Texto publicado en el periódico kioSco nº82, julio 2012.
Bun Alonso
En México
una parte de su población votante, principalmente jóvenes, se está dando cuenta
de que si un cambio positivo se puede dar en el país no emanará principalmente
de sus políticos, aunque sí depende en gran parte de ellos, sino de una
conciencia social y crítica que sea capaz de presionar a sus gobernantes.
Esta conciencia estaba captada
incluso desde antes de que comenzaran las campañas políticas por la
presidencia, sin embargo se encontraba sólo moviéndose en los linderos
virtuales.
La información relacionada con la
política nacional corría y corría en las redes sociales; sólo poca llegaba a dar
zancadas en las calles.
Pero un día al candidato del PRI, Peña Nieto, se le olvidaron las líneas de su diálogo, y el guion se le salió de control. Cuando estaba en la FIL de Guadalajara y se hizo bolas con tres libros que habían marcado su vida, todo comenzó.
Lo siguiente fue su hija reenviando un mensaje de su novio en Twitter: “un saludo a toda la bola de pendejos, que forman parte de la prole y solo critican a quien envidian.”
El sustantivo clave fue “prole”, que más que fungir como insulto funcionó como una pastilla alentadora para lo que estamos viviendo actualmente.
A partir de ahí sobrevino una
reacción que hoy en día podemos calificarla como una sorpresa bastante grata:
personas que no precisamente eran parte de la prole, se comenzaron a asumir
como tal. Y esas personas fueron la lanza que abrió las puertas virtuales,
permitiendo que toda esa información que los medios oficialistas ocultaban, por
fin pudiera explayarse en las calles.
Después, el 11 de mayo, el ya un
poco despeinado Peña Nieto acabaría por despeinarse. Pues en su visita a la
Ibero, tras ser cuestionado del caso Atenco por los asistentes, terminó
saliendo literalmente por la puerta de atrás, mientras que cientos de estudiantes
le gritaban consignas como “¡Fuera Peña!” o “¡La Ibero no te quiere!”.
Joaquín Coldwell, presidente del
PRI, los acusó de porros. Por tanto, los
estudiantes Ibero prepararon un video en respuesta. 131 estudiantes mostraban
su credencial frente a la cámara; con ello se constataban como inscritos en
dicha universidad.
De modo que ahora miles de personas
se consideran el 132. Y ésa es la consigna actual: Yo soy 132.
Estos son los antecedentes que están
haciendo que un movimiento en México vuelva a tomar presencia, engranándose a
la Primavera árabe, a los indignados de Wall Street y al movimiento estudiantil
chileno.
Retomando, el que la hija de Peña
Nieto nos hiciera parte de la prole fue acogido de manera grata. Lo cierto es
que muchos se asumieron prole por mera reacción emotiva; pero ésta misma fue la
que los hizo saltar a las calles. Con la emotividad temperada y aterrizada, se
fue cayendo en cuenta de que como jóvenes lo siguiente era salir al mercado
laboral; un campo económicamente desastrado. Los estudiantes no quieren irse al
desempleo, por eso han decidido, muchos de ellos, salir a las calles.
Además, cabe señalar que estos
mismos estudiantes, los principales iniciadores del 132, pertenecen a una clase
supuestamente beneficiada por el actual sistema.
Lo que es notable es que en México
nos estamos quitando el estigma de activistas virtuales. Se está comprendiendo
que las redes sociales sólo son una herramienta dentro de una estrategia que
debe de ser más amplia. Se está resarciendo la grieta que teníamos de pensar que
necesitamos líderes para organizarnos. El movimiento 132 está actuando de
manera horizontal. Aunque pienso que, tarde o temprano, para generar un
proyecto tendrán que saltar, de manera casi inevitable, algunas cabezas
visibles.
En otra arista de este mismo tema, ¿será que como en 1910 tuvo que venir un
político burgués, Francisco I. Madero, a iniciar una gran movilización de masas,
de la misma manera ahora las clases altas serán las que están iniciando un
cambio en pro del pueblo?
No creo que haya punto de
comparación entre estos dos movimientos con más de un siglo de diferencia; pero
si algo podemos aprender de aquello, es que no se puede derrocar a un gobierno
y después mantenerse rodeado de la misma gente que rodeó al gobierno caído.
Lo que trato de decir con esto es
que si el Yo soy 132 quiere sobrevivir después de las elecciones, tendrá que
superar un grave conflicto interno que, según creo, sobreviene. Tendrá que
decidir por cuál lado se inclina, y sólo existe uno posible. Además tendrá que
ser más incluyente; no olvidarse de los obreros y de otros movimientos sociales
activos en México.
El
movimiento, en sus pocos meses de gestación, ha obtenido logros importantes.
Como el de conseguir que las dos principales televisoras, Televisa y Tv Azteca,
transmitieran el segundo debate presidencial, llevado a cabo el 10 de junio
pasado.
Azcárraga Jean, complaciente y
tratando de congraciarse frente al movimiento, publicó en su cuenta de Twitter:
“Porque #TelevisateEscucha
transmitiremos el segundo debate presidencial por canal 2. Primera emisión de
un debate por este canal”.
En cambio, Salinas Pliego con un mucho de ironía expresó que como no iba a
haber futbol, lo transmitiría.
Otro logro, de no menos importancia,
fue el haber organizado un tercer debate presidencial, aunque sólo transmitido
por internet. Al cual, el candidato del PRI declinó la invitación.
Para consolidar más logros haría
falta salirse de la espontaneidad y de la euforia en que parece que ahora está
el movimiento. Si se superó la
emotividad de asumirse prole, para después haber creado este movimiento, ahora,
pues, que se supere la emotividad de pertenecer a él y que se pase a una
segunda etapa de organización: la de crear proyecto.
Aun así se puede decir: De las redes a las calles. El primer paso está
dado.
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