Texto publicado en el periódico kioSco nº79, enero 2012.
Bun Alonso
“Los nativos digitales no conocen la soledad ni la introspección. Tienen 302 seguidores en Twitter. Tienen 643 amigos en Facebook.”Camilo Jiménez
El epígrafe
que acompaña a este texto pertenece a un profesor colombiano, quien hace apenas
unas semanas renunció a su clase en una universidad debido a que sus alumnos no
fueron capaces de redactar correctamente un solo párrafo. La cita proviene de
una carta de renuncia que publicó en su blog, que después fue reproducida en
varios periódicos, y en ella podemos leer que el profesor atribuye la atrofia de
escritura a que sus exalumnos pertenecen a la generación de nativos digitales;
es decir, aquéllos que nacieron cuando estas tecnologías ya existían y, por lo
tanto, como se dice coloquialmente, han crecido “conectados”. Por consiguiente,
surge la siguiente pregunta: ¿Qué tanto ha afectado este tipo de tecnología a
la comunicación escrita?
La sociedad en la que nos desenvolvemos suele
gastar su dinero, aunque no lo tenga, en productos de cualquier índole, incluso
cuando en verdad no son necesarios. No se preocupa por ahorrar para su sustento
económico, en cambio sí parece preocuparse, principalmente los jóvenes, por
ahorrarse vocabulario en los medios electrónicos de comunicación (basta un leve
recorrido por nuestros facebooks para darse cuenta de ésto).
Frases y oraciones agrietadas, intercambio de vocales por números, tildes mal colocadas u olvido total de ellas, una sobrevaloración de la ‘x’, la ‘z’ y otras letras que son usadas, al parecer, con el único mérito de adornar lo que se escribe, son características que vemos habitualmente en las conversaciones por chat, por foros y por redes sociales. El principal factor por lo que ocurre ésto se debe al intento por trasplantar una charla común entre amigos o conocidos al contexto digital en que se lleva a cabo la interacción con los otros usuarios. Es por ésto mismo que nos encontramos con el uso de emoticonos, que son símbolos gráficos que buscan representar una expresión facial que, normalmente, tendríamos cuando estamos en contacto físico con alguien.
Otro factor, que podría justificar
el constante amedrentamiento del lenguaje, es que la narración por chat se va
construyendo con base en interacciones en donde los usuarios improvisan sus
respuestas y la escritura fluye de manera rápida, sin tiempo de reflexión para
la forma ni mucho menos para añadir elementos literarios, pues la urgencia principal
es el comunicar algo, más que de manera creativa, de manera efectiva.
La contra parte de esta manera de
escritura se encuentra en los blogs y páginas web; debido a que estos son
sitios de más alto alcance y, por así decirlo, permanentes, lo que en ellos se
comunica tiene que poseer cierto estilo de escritura formal.
Twitter, a diferencia de otras redes
sociales, representa un reto para la escritura. Bueno, si es que así lo quiere
ver el usuario. Existe la limitante de usar 140 caracteres, o menos, para
comunicar una idea. Ser breve, ser conciso, es el reto. Se puede elegir la
salida más fácil y cómoda, que es la de suprimir letras o abreviar palabras. O
bien, buscar sinónimos, adelgazar la sintaxis, sin prescindir de signos de
puntuación, para expresar una idea larga en una oración o frase simple.
Reescribir lo que queremos comunicar, reestructurar su forma.
Como vemos, estamos presenciando
nuevas formas de comunicación, las reglas lingüísticas se van deshaciendo y son
los mismos usuarios de internet los que van estableciendo nuevas normas. Pero
también hay que decir lo siguiente: se están rompiendo ciertas reglas del
lenguaje sin, ni siquiera, antes haberlas conocido. No hay un manejo claro del
español y se pretende crear una variación de éste. Sigue siendo válida la vieja
sentencia de que para romper la regla primero hay que conocerla.
La hipótesis de hacer totalmente plausible la manera de comunicación escrita que se reproduce en espacios cibernéticos, se ve derrumbada al momento en que esta misma forma salta del ámbito virtual al de la vida real y palpable. Y fue en este punto en que el profesor decidió renunciar a su clase, cuando estudiantes universitarios perdieron la capacidad de concentración para escribir, ya de manera medianamente aceptable, un texto. Se trata de sólo un caso, mas no único; es un patrón que se repite en jóvenes de distintos niveles educativos.
Escribir es leer y leer es escribir. Es decir, si estamos presenciando cómo muta la escritura en espacios digitales, es porque también la manera en la que se lee está cambiando. No compramos libros porque argumentamos que los podemos descargar de internet. No compramos el periódico porque, igual, podemos leer las noticias en línea. Nos convertimos en lectores muy activos, pero activos en el sentido de leer varias cosas a la vez: ventanas de chat al mismo tiempo que tenemos abierto un sitio con noticias digitales, mientras que nos descargamos un libro en formato pdf que alguien compartió por Facebook. Lecturas fragmentadas. Se está perdiendo la capacidad de dialogar con lo que estamos leyendo, el momento de estar en soledad con un libro, aislarse de la cotidianidad y sólo enfrascarse en el universo, ya sea ficticio o no, de él.
Muchos podrán decir que sólo escriben así por Facebook, por Messenger, que su escritura es decorosa al momento de hacerlo en papel, sin el corrector ortográfico de Word. Pero, ¿acaso no la buena escritura se logra con la práctica constante? A mí, tal vez, la práctica aún no me ha dado la suficiente habilidad para manejar astutamente el lenguaje.
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