Telebasura en México



Publicado en el periódico kioSco nº89, febrero 2013.

Bun Alonso



El filósofo español Gustavo Bueno, en su libro Telebasura y democracia, menciona: “Por televisión basura se designa a cierto tipo de programas que se caracterizan por su mala calidad de forma y contenido, en los que prima la chabacanería, la vulgaridad, el morbo y, a veces, incluso la obscenidad y el carácter pornográfico”.

Entonces, sin dudar un ápice, somos libres de afirmar la existencia de la telebasura en México. Ésta se ha moldeado dependiendo de la época. Demos un pequeño recorrido que nos permita vislumbrar algunas de las características actuales y de qué manera se implementan.   

Un problema con la basura que se emite es que la televisión provoca integración de la familia. En dos sentidos. Reúne a la familia frente al televisor, pero los espectadores tienen una función pasiva y acaban por integrar a sus hábitos cotidianos las características de los personajes vistos en la tele.    

El escritor Gérard Imbert establece un decálogo de las características de la telebasura hoy en día1. Tomaré algunos puntos para vincularlos con casos concretos de la televisión mexicana.  

Por ejemplo, en los  talk y reality shows encontramos la derivación hacia temas del ámbito de lo íntimo. En Laura (Televisa) y en Cosas de la vida (Tv Azteca), conducidos por Laura Bozzo y Rocío Sánchez Azuara respectivamente, se disuelven las fronteras entre lo público y lo privado. También se engarza otra característica, que es la institucionalización de prácticas degradantes que sustituyen al debate, al diálogo fundamentado. Se grita, se intenta golpear al otro, la conductora interviene para casi linchar al que, según sus cánones de conducta y de buena moral, está equivocado, ordena que lo saquen del estudio o en el mejor de los casos le ordena que se calle. La dialéctica de las ideas queda replegada.  

En práctica comunicativa observamos que se trivializan géneros periodísticos (el reportaje, la entrevista, la crónica). Misma característica que también encontramos en los programas antes mencionados. Con una supuesta investigación acerca del caso que se trata, nos presentan entrevistas y testimonios de los afectados con su respectiva dramatización.

Nuevas formas narrativas es otro punto característico de este estilo de televisión. Lo cotidiano se combina con la ficción y se confunde lo que es verdad de lo que es simulacro. Lo que puede resultar, nos dice Imbert, peligroso en cuanto cuestionan distinciones fundamentales para los niños en su proceso de aprendizaje.

Un claro ejemplo de esto cuyas consecuencias fueron fatales, es La Rosa de Guadalupe, transmitido por Televisa. Pues en agosto de 2011 una niña de 10 años originaria de Piedras Negras, Coahuila, se suicidó tras ver un episodio de dicho programa. En el televisor ella había observado a una pequeña que vive el divorcio de sus padres; después trata de suicidarse para llamar la atención y la virgen de Guadalupe intercede por su vida y al final revive y sus padres se reconcilian. La niña televidente, la de la vida real, se encontraba en una situación parecida e intenta lo mismo; pero no, la virgen no intercedió por ella.  

Pero es Multimedios Televisión en donde la telebasura se encuentra elevada a su máxima potencia. Dentro de su programación, abundante en shows de entretenimiento “familiar”, la mayoría de ellos producidos en Monterrey, hallamos más características de este perfil de televisión. En Acábatelo, el programa vespertino conducido por Mario Bezares y su séquito de “meseritas y meseritos”, se encuentra muy presente la tendencia al exceso del jugueteo con las formas, con la parodia. Varios de los personajes que participan son imitaciones de personalidades del mismo canal. Por ejemplo Estrellita del Mar, una alusión a una famosa “Muñequita” de la empresa televisiva; o un personaje interpretado por una de las “meseritas” que parodia a un famoso conductor de música grupera, también perteneciente al canal. Es decir, hay un predominio de lo imitativo ante lo creativo.

Y no olvidemos al que tiene el monopolio de los programas nocturnos de Multimedios, Ernesto Chavana. Quien en Premios Fama, un show en donde supuestamente invitan a televidentes a concursar en baile y canto, acompañados de alguna “celebridad” del canal, reproduce otro de los puntos anotados en el decálogo anteriormente mencionado. Se trata de una falsa y manipulada democratización del discurso, en donde se le da voz al espectador anónimo, para que adquiera fama, y se le antepone al experto (el conductor del programa) y al famoso. Logrando así que se refleje una vivencia, aunque sea intrascendente.

Sostengo que los spots políticos también son telebasura. Lo vimos en las elecciones presidenciales de 2012. No habría problema con ellos, de hecho son parte de la naturaleza de una campaña política, pero cuando éstos suplantan al debate, a la confrontación de ideas, se vuelven puro simulacro. Incluso cuando los debates se dan, terminan siendo lo mismo: más basura.   

Nombremos el primer debate presidencial del año pasado, en donde al IFE se le ocurrió la brillante idea de utilizar a una modelo con un gran escote, para que apareciera durante la transmisión. Tal vez con el afán de aminorar la fealdad -no sólo política ni de discurso- de la contendiente por el PAN y pintar una mejor estética ante el panorama que prometían los políticos allí citados (supongo yo). El punto es que hasta ahora ese debate es más recordado por la participación de la chica con escote que por la relevancia que pudo haber tenido la intervención de algunos de los aspirantes a la presidencia.

¿Y cómo es que tenemos y consumimos tanta telebasura? Hay al menos dos posiciones encontradas al respecto. Existen argumentos que afirman que los espectadores piden programación de esta calidad y, por lo tanto, son ellos los que sostienen la existencia de telebasura. Tal como lo dice Gustavo Bueno: “La audiencia en la sociedad democrática, es la que manda y la televisión basura tiene que obedecer a esta demanda. Y no ya por razones éticas o morales, sino por razones de simple supervivencia democrática”.  

La otra teoría sostiene lo contrario. Gérard Imbert nos dice que ahora la televisióndemuestra su enorme capacidad técnica y su poder de convocatoria, de acuerdo con una desgastada teoría de la demanda (“dadle al pueblo lo que el pueblo quiere”: si circo, circo, si sangre, sangre), sin caer en que el gusto del público está condicionado por la escasez y poca variedad de la oferta, por la estandarización del producto”.  

La telebasura queda definida, como lo escribí al inicio, según el contexto de la época en que se presenta. Y nos tocó vivir en tiempos en que la violencia muestra sus entrañas más negras, en donde la farsa democrática se ha vuelto insoportable, en donde los montajes políticos y policiacos son lo de hoy, en donde llegan a la presidencia personajes que por sí solos funcionarían muy bien en un show de parodias. De esta naturaleza es la televisión que vemos.  






Nota:

1.      http://gerardimbert.blogspot.mx/2010/10/telebasura-de-la-telerrealidad-la-tele.html

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