Las siguientes son algunas
características que podemos encontrar en la forma en que se ha venido
produciendo televisión, algunas ya han sido señaladas por el escritor y
analista de medios Gérard Imbert, sin embargo agrego algunas, además de
tratar de aterrizarlas con ejemplos concretos de nuestra televisión
mexicana.
Sabemos que en la televisión lo visual se
sobrepone al intelecto, al proceso de reflexión, es decir, que se basa
en el mirar como primera impresión de una realidad construida por la
televisión, la telerrealidad (abordé un poco este tema en el kioSco
número 93). Lo anterior es su principal y más fuerte primicia. De ahí
surge una cadena de rasgos que han permitido a este medio de
comunicación colocarse como el más importante, de mayor alcance y de
mayor influencia.
Existe una función ritual, un proceso
circular por el que se refuerzan los estereotipos y las identidades de
siempre. En vez de promover el aprendizaje, apuesta a consolidar lo
idéntico. Es estática en ese aspecto. Las telenovelas de hoy tienen el
mismo argumento que las de hace 50 años: los personajes pobres que
aspiran a subir de escala económica para ser socialmente aceptados, la
muchacha pobre que se enamora del muchacho rico. A la televisión le
encanta manejar estos pares dicotómicos: pobres y ricos. Le gustan tanto
que incluso últimamente ha cambiado las formas, las ha puesto al revés.
Como en la telenovela de Televisa, actualmente en transmisiones, “Qué
pobres tan ricos”, donde una familia de ricos es la que ahora tiene que
habitar en una casa junto a una familia de pobres y adaptarse al modo de
vida de éstos. Ya no es como tradicionalmente se ha manejado: que los
pobres, casi siempre en forma de servidumbre, tiene que habitar junto a
los ricos en sus casas y ellos adaptarse a sus ritmos y peticiones.
También se empieza a crear una
familiaridad muy íntima de los personajes de televisión con el
televidente. El medio crea sus propios ídolos y los espectadores
empiezan a dar un valor emblemático a ciertos personajes de ficción. Los
niños y jóvenes son los más vulnerables a esto. De aquí que veamos muy
seguido en el programa “Acábatelo” de Multimedios a niños y niñas
disfrazados de los personajes de dicho programa, junto a adolescentes
que se hacen llamar “fans” de los miembros masculinos que aparecen allí.
Una característica más es la variedad que
impide la especialización. La televisión presenta programas con
temática variada, como los llamados “programas de revista” donde se
alterna lo divertido y los espectáculos con temas científicos,
políticos, etcétera. Se le presenta al televidente “un poco de todo”. Y
es esta dinámica la que provoca la banalización del discurso al momento
de abordar los temas serios y en verdad importantes para la sociedad,
pues es poco el tiempo al aire que se asigna para cada asunto y por
tanto no hay una profundización real. A esto añadiendo que la mayoría
de las veces es más importante el sujeto que el propio argumento que
pueda portar, convirtiéndose en un enfrentamiento de personas más que de
ideas. Esto sucede porque la televisión no usa la información para
persuadir sino para fascinar y seducir. Se instaura el régimen de lo
inmediato basado en la imagen, que es muchas veces desechable e
intrascendente, una seducción pasajera. Contrario a lo que debe ser el
conocimiento, acumulable y persuasivo. Seducir es un buen elemento para
la manipulación colectiva porque permite introducir a las mentes una
naturalización de modelos, de pautas de comportamiento y dicta además lo
que es éticamente correcto o incorrecto, no desde la racionalización
sino desde lo emotivo. Es un juego con las emociones del espectador y no
un reto, una persuasión a su intelecto. Por eso tenemos espectáculos
montados en el altruismo como el Teletón, exhibiendo a niños y niñas con
alguna discapacidad hasta el punto de conmover. Mas casi nunca presenta
las condiciones sociales existentes y el engranaje que imposibilita la
adecuada atención médica a esos niños. Es decir, no se cuestiona el
punto de que el Estado mexicano debería garantizarles un tratamiento
adecuado y que no lo está haciendo. Lo que hace es abandonar sus
obligaciones y dejárselas a las empresas “socialmente responsables” o,
lo que es lo mismo, a los comerciantes.
Dentro de esta misma característica
también encontramos una tendencia a fusionar noticieros con “programas
de revista”. De ahí que ahora veamos noticieros que incluyen en su
espacio secciones de espectáculos de la farándula, de ejercicios
físicos, de cocina, etcétera. En realidad esta variedad de temas que
presenta la televisión, para Gérard Imbert no es más que una pésima
aplicación de la democratización de la cultura, pues el discurso
televisivo supone que toda clase de temas es para todo público y que al
mismo tiempo merecen igual cantidad de espacio al aire y ser tratados
con la misma superficialidad. Esto supone también una televisión
egocéntrica al querer abarcar todos los temas y controlar toda la
información posible, generalmente mediante temas insustanciales.
El egocentrismo de la televisión es otra
característica de nuestros días fácilmente identificable. Es como si
ésta mirara en ocasiones sólo a su propio ombligo. Y esto sucede cuando
la televisión crea programación sobre sus propias producciones y se
vuelve autorreferencial, como lo menciona Imbert. Recordemos que algunas
telenovelas de Televisa al llegar a su capítulo final dedican tiempo
extra a programación especial sobre el detrás de cámaras, entrevistas
con los protagonistas, el director, los guionistas, etc. Al igual como
en los programas de espectáculos, tal como “Ventaneando” de Tv Azteca,
dedican una sección a comentar sobre lo ocurrido en el capítulo anterior
de las telenovelas. Recordemos igualmente cuando en programas de
comedia realizan referencias a personalidades de la misma empresa
televisiva mediante parodias y sketches. Por ejemplo en programas de
Multimedios Televisión, otra vez principalmente por el conducido por
Mario Bezares, “Acábatelo”, observamos la aparición de personajes
basados en personalidades de dicho medio. Lo mismo ocurre con Televisa y
sus comediantes que imitan a artistas dentro de la empresa, como a
Carmen Salinas o a Lucero, entre otros.
Pero lo importante de estas dinámicas es
involucrar a los televidentes en su discurso cerrado y especular (ya no
espectacular). He aquí que para lograr esto los programas que
normalmente se desarrollan dentro de un espacio específico (un estudio
de televisión), a veces sin público, otras veces con un mínimo de él,
son trasladados a grandes espacios normalmente dedicados para
multitudes. Por ejemplo programas vespertinos de entretenimiento o los
matutinos de revista en ocasiones realizan grabaciones ante un público,
ya sea en una plaza, un teatro o un auditorio. Hay los que incluso
realizan giras por diversas ciudades (tenemos a “Las noches del futbol”
con Ernesto Chavana en Multimedios). Se trata de mostrar el poder de
convocatoria, de salir de su propio espacio, de desbordarse a sí misma y
decir “mírenme, incluso allá afuera puedo llevar mi propia realidad e
implantarla en la realidad de los televidentes”. Otro acto de
egocentrismo más. La televisión es el personaje en sí, y ya no se
enfoca solamente anunciar productos sino que ahora se dedica también a
anunciarse a sí misma.
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