Gobierno contra estudiantes: más de 43


Publicado en la gaceta La Grieta del Desierto, del colectivo Los Nadies. Nº15, abril 2015


Entrevista con dos normalistas de Ayotzinapa (2ª y última parte)
Bun Alonso
No es un caso aislado. Las normales rurales, y específicamente la de Ayotzinapa, tienen un pasado guerrillero, socialista, de lucha. El 13 de diciembre del año 2011, los estudiantes Gabriel Echeverría de Jesús y Alexis Herrera fueron asesinados por balas de policías federales y estatales durante un desalojo a un grupo de alumnos de Ayotzinapa que bloqueaba la Autopista del Sol México-Acapulco y la carretera federal, a la altura de Chilpancingo. Esa ocasión los estudiantes exigían:
Audiencia con el gobernador Ángel Aguirre Rivero, tras haberlos dejado plantados en cuatro ocasiones.
Reinicio de clases en la normal, que habían sido suspendidas desde el 2 de noviembre.
Aumento de la matrícula escolar de 140 a 170 plazas para el ciclo 2011-2012.
Y que los aspirantes que tengan promedio de siete de calificación puedan realizar el examen de admisión.
Esto lo recordaron los dos estudiantes de la Normal Rural Raúl Isidro Burgos, Carlos Tlatempa y Miguel García, la ocasión que platicamos en Monterrey, para después seguir hablando sobre el 26 de septiembre del año pasado.
—Ya se sentía algo tenso —contó Miguel, de tercer año, con voz pesada, firmísima—. Una noche antes se sentía diferente el ambiente, como si algo iba a pasar. Los perros aullaban una noche antes. Una noche antes recuerdo que se dejó caer un aguacero de lo más extraño, una tormenta increíble que parecía que estaba anunciando algo, y todos los compañeros como que comentaban y decían “pues algo puede pasar” o “algo va a suceder”.
Sin que se lo preguntara, Miguel se cuestionó: ¿por qué Ayotzinapa?, ¿por qué la desaparición? Él mismo respondió.
—Había ya algo, un arreglo entre las organizaciones delictivas con el presidente municipal de Iguala, que sabemos que ha estado históricamente metido en ese desmadre.
Ellos han gritado, han luchado, han marchado, han hecho destrozos en el estado de Guerrero, dice Miguel y que es algo legal. Cuando sucede algo tan fuerte como esto, es legal hacer un movimiento muy radical, considera.
—Pero ya depende de la sociedad cómo lo vea. Se ha hecho mucho en el estado de Guerrero y se va a seguir haciendo en el DF también y en muchos lugares.
Esa tarde Miguel no partió hacia Iguala, le tocó quedarse en la normal a cubrir otras labores.
—Nos informaron que ya había compañeros caídos, que había compañeros inclusive desaparecidos; en ese momento ya se hablaba de gente desaparecida, y pues todos al escuchar ese tipo de noticias nos paniqueamos. Fue algo fuerte, al momento de que tú escuchas una noticia de este tipo y de que convives con tus compañeros, a pesar de que no los conozcas muy bien, o sea sientes, ¿no?, porque son de tu escuela, han estado allí y unos los ve caminar por los pasillos.
—¿Habías hecho amistado con algunos de ellos? —pregunté.
—Con algunos compañeros, y sí, de pensar que hoy están desaparecidos sí se siente feo.
Miguel y su compañero Carlos forman parte de una brigada de normalistas y de familiares de ellos que recorren el país buscando y compartiendo solidaridad.
—Este movimiento no nada más es por los 43 compañeros; sabemos que aquí en el norte del país también hay un montón de gente desaparecida, en el centro del país también hay un montón de gente desaparecida, en todos los lugares, en todos los rincones donde uno quiera investigarlo, hay gente desaparecida. Y todo por la gente que está coludida con el narcotráfico junto con el gobierno.
Después, el otro estudiante, Carlos Tlatempa, recordó que aún había dos compañeros hospitalizados: se trata de Aldo Gutiérrez Solano, que esa noche una bala —se estima— calibre .223 le atravesó la cabeza y ahora tiene muerte cerebral pero sus papás no lo quieren dejar ir, así que sigue conectado a unos aparatos que lo mantienen vivo con la esperanza de que un día despierte; y a Edgar Vargas con la mandíbula destrozada por una bala de un policía que le disparó a quemarropa.
—Ya los criminalizaron a los compañeros —continuó contando Carlos—, que ahorita no se pueden defender porque están desaparecidos por el mismo narcogobierno. Y acusamos al gobierno, que él es el responsable de esta masacre, de este crimen de Estado, porque esto es un crimen de Estado. ¿Por qué? Porque participaron fuerzas municipales, estatales y federales, tanto como militares y federales de caminos también.
—Todo el brazo armado del Estado —intervine.
—Sí, esto es un crimen de Estado organizado por el gobierno, hay que dejar bien claro eso y que no nos vamos a detener que porque ya hayan dado carpetazo; no, hasta que los encontremos vivos. Ya están diciendo que los compañeros estaban con el crimen organizado, que había infiltrados, y estamos aquí por eso, para desmentir todo.

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