Texto publicado en la revista Siglo Nuevo. 14 de diciembre 2019
Por Bun Alonso
Un video en Twitter apareció el 4 de noviembre de
este año: una camioneta blanca abandonada (más bien lo que quedaba de
ella) humeaba y registraba boquetes de bala en un paraje desértico en
Sonora. La voz de un hombre, sollozando y agitado, decía en inglés:
“Para que quede registro, Rhonita y cuatro de mis nietos fueron quemados
en un tiroteo. Bajando el camino cercano a La Mora”.
Era
la voz de Adrián LeBarón. Él mismo subió el video a su cuenta de
Twitter. Dentro del vehículo fueron quemados vivos una mujer y varios
niños tras un ataque de un grupo armado cuando lo rafaguearon hasta
hacer explotar el tanque de gasolina.
Otras
dos camionetas también fueron atacadas: en una viajaba Dawna LeBarón y
siete niños, y en la otra, Christina Langford con su bebé. Las mujeres y
los niños pertenecían a la comunidad LeBarón. El total: nueve personas
asesinadas (seis de ellas eran niños).
El
escenario fue aterrador, pero dentro de lo desafortunado del hecho, una
bebé llamada Faith, de siete meses, logró sobrevivir. Al parecer, su
madre la protegió ocultándola en su silla por debajo de los asientos.
Además ocho niños, algunos heridos, consiguieron escapar.
Ahora
estaban en el foco, pero lo cierto es que el apellido LeBarón comenzó a
sonar en México hace una década cuando, precisamente, ya habían sido
víctimas del narco y algunos de sus miembros se enrolaron en activismo
contra la inseguridad.
Su
influencia ha sido tanta, que ahora se reconoce a la comunidad
religiosa que fundaron como Comunidad LeBarón en Galeana, Chihuahua.
Hasta aquí es importante mencionar que ese apellido se mediatizó en
México por razones más antiguas. Los LeBarón tienen una historia que
viene de años atrás y que está impregnada de luchas por el poder,
poligamia, abuso infantil y asesinatos.
ERVIL: “THE MORMON MASON”
Ervil
LeBarón fue un hombre que tuvo 13 esposas, que fundó su propia iglesia
para seguir con su práctica polígama y que, más tarde, planeó el
asesinato de varias personas (incluido su hermano), todo porque (según
él) la palabra de Dios así se lo indicó.
Todo
comenzó en 1890, cuando la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los
Últimos Días (IJSUD) abandonó la práctica de la poligamia por orden del
gobierno de Estados Unidos y algunos mormones que se negaron a dejarla
se mudaron a México para continuar siendo polígamos.
Un
hombre llamado Dayer LeBarón, mormón fundamentalista, fue una de esas
personas que llegaron a nuestro país tras haber sido excomulgado de la
IJSUD en 1924. Llegó junto a sus dos esposas y ocho de sus hijos. En
Galeana, Chihuahua, construyeron una granja bajo el nombre de Colonia
LeBarón.
Cuando
en 1951 Dayer murió, su hijo Joel LeBarón tomó el mando de la comunidad
mormona, que ya había fundado la Iglesia del Primogénito de la Plenitud
de los Tiempos en Utah, Estados Unidos. Aquí entra a escena Ervil
LeBarón, también hijo de Dayer. Ervil era el segundo al mando de la
organización de su hermano Joel.
Pasaron
20 años en aparente calma. Al entrar la década de los setenta, Ervil
comenzó a “escuchar a Dios” ordenándole que se separara de la secta de
su familia para fundar la propia, a pesar de que fuera necesario
asesinar gente, sin importar que fueran sus propios parientes. Así,
Ervil creó la Iglesia del Cordero de Dios.
Entonces comenzó una persecución y caza de disidentes, como si de Stalin (político y dictador soviético) se
tratase, bajo el pretexto de la doctrina de expiación con sangre: se
cree que cuando se comete un pecado demasiado grave, ni la sangre que
Cristo derramó alcanza para el perdón, por lo que es necesario derramar
la propia.
Sólo
por mencionar algunos de los asesinatos, está el de Dean Grover Vest,
un hombre que había sido cómplice de Ervil pero que cometió el error de
querer abandonar el culto. La encargada de ejecutarlo fue una de las
esposas de Ervil, Vonda White.
Rena
Chynoweth fue otra de las 13 esposas de Ervil, quien estuvo encargada
de matar a un líder mormón fundamentalista que pertenecía a otra
iglesia, llamado Rulon Allred. Y, finalmente, en 1972 uno de los
seguidores de Ervil asesinó de un balazo en la cabeza a Joel LeBarón. El
homicidio ocurrió en Ensenada, Baja California.
Según un experto citado por Los Angeles Times en 1998, el grupo de Ervil cometió entre 25 y 30 asesinatos en Utah, California, Texas, Colorado y México.
Las autoridades han llegado a mencionar que el paradero de varias víctimas nunca ha sido esclarecido. Por ejemplo, la nota de Los Angeles Times
señala a un hombre desaparecido en el condado de Tooele, en Utah, del
que nunca se supo más nada. La prensa, por aquel entonces, empezó a
llamar a Ervil con el sobrenombre de “The Mormon Manson”.
Ervil
fue apresado en 1977 en México y extraditado y condenado en Estados
Unidos, pero no por el asesinato de su hermano Joel, sino por el de
Rulon Allred, el líder mormón rival. Desde prisión escribió un documento
de cuatro centenares de páginas donde pedía a sus fieles eliminar a
miembros desertores de su iglesia. En 1981, cuando tenía 56 años, se
suicidó en la prisión de Utah donde había sido encerrado.
A
partir de su muerte, pasó una década en que el apellido LeBarón casi
estuvo desaparecido de los medios de comunicación, pero en 1992 la
Fiscalía de Houston se encargó de que nuevamente comenzara a aparecer en
las tapas de los periódicos cuando dio a conocer cuatro homicidios más
vinculados con los seguidores de Ervil LeBarón.
Ese
mismo año, cuatro miembros de la secta fundada por Ervil fueron
arrestados sin derecho a fianza. Es decir, los asesinatos continuaron
aun después de su suicidio.
LOS LEBARÓN VUELVEN AL FOCO
El
clan LeBarón aflojó sus restricciones y actualmente muchos de los
miembros de la comunidad han dejado de practicar la poligamia, incluso
hay miembros católicos. Las víctimas del pasado noviembre pertenecían a
una generación que se considera independiente de la Iglesia de
Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.
El
apellido ya había vuelto a resonar en los medios hace 10 años, aunque
por razones diferentes a sus antecesores. En 2009, la violencia derivada
de la supuesta guerra contra el narcotráfico ya afectaba profundamente a
todo el país. En este contexto fue secuestrado Eric LeBarón, un
muchacho de entonces 16 años. Los captores exigían un millón de dólares
para su liberación. La comunidad se reunió en la iglesia y decidieron
que si pagaban, los criminales después volverían por otros miembros. Así
que decidieron no mostrar debilidad y realizaron manifestaciones en la
capital de Chihuahua. La presión al gobierno tuvo buenos resultados:
Eric fue liberado una semana después sin pagar un centavo.
Dos
meses posteriores de esos sucesos, tras el secuestro y la liberación de
su hermano, Benjamín LeBarón se convirtió en activista contra la
inseguridad y los secuestros en Chihuahua. El seis de julio fue
secuestrado junto a su cuñado Luis Widmar Stubbs y asesinado, en
respuesta a sus manifestaciones contra la violencia del narco.
Tras
su asesinato, Julián LeBarón, también hermano, continuó con el
activismo contra la violencia uniéndose al Movimiento por la Paz con
Justicia y Dignidad del poeta Javier Sicilia. Actualmente, Julián es el
hombre más conocido a nivel mediático que posee ese apellido.
EL AGUA
Cuando
se dio la escisión de los mormones fundamentalistas y estos llegaron a
la frontera norte de México en la década de los años veinte, su economía
se asentaba en una práctica cristiana llamada el Orden Unido, cuya base
consistía en agricultura comunitaria, uno de los acercamientos que el
mormonismo tuvo con el socialismo. Con el posterior paso de los
gobiernos postrevolucionarios, esta práctica comunal fue
desvaneciéndose: de la propiedad colectiva se pasó a la propiedad
privada con el crecimiento de las familias y la comunidad; del
autoconsumo a lo agroindustrial. Esto se dio en parte por su cercanía
con Estados Unidos y con su mercado.
Con
el paso de los años, esto causó conflictos por el uso de los recursos
naturales con las comunidades no mormonas de los alrededores.
Actualmente,
la familia LeBarón es acusada por ejidatarios de explotar de manera
ilegal pozos de agua. Apenas en 2017, un grupo de barzonistas
(organización campesina que se fundó en 1994) hicieron público que 11
pozos eran explotados fuera de la ley en un rancho, propiedad de Joel
LeBarón, llamado La Mojina.
En
abril de 2018, ejidatarios se enfrentaron con policías federales
encargados de la seguridad de la familia LeBarón (recordemos que
contaban con protección proporcionada por el gobierno mexicano desde
2009, cuando esta familia comenzó a ser asediada por el narco), cuando
estos acudieron a manifestarse al rancho La Mojina. Los policías
dispararon a los manifestantes e hirieron a uno de ellos; algunos medios
reportaron dos heridos. Al final, la familia denunció que los
campesinos habían causado daños de hasta un millón de dólares.
Productores
del ejido Constitución, en Chihuahua, también tomaron días antes las
instalaciones de la Comisión Nacional del Agua (CONAGUA) para exigir la
cancelación de varios pozos de agua. “Debido
a esas perforaciones que las autoridades de Conagua no han hecho nada
para detenerlas”, dijo uno de los campesinos citado por La Jornada,
“están afectados en el suministro de agua en los ejidos Constitución,
de donde vienen ellos, así como en Benito Juárez, Nuevo Lajas, San
Isidro, entre otros”.
En
esos momentos, Alex LeBarón era diputado por parte del PRI y los
ejidatarios argumentaban que cuando este fue delegado de la Conagua,
había entregado a familiares y prestanombres más de 300 concesiones de
pozos agrícolas.
Los
campesinos acusaban a los LeBarón de usar sus influencias y puestos
políticos para seguir con la explotación de pozos de agua usando
documentos ilegales. Sólo en el ejido Constitución, decían, 900 familias
dependían de actividades agrícolas y estaban sufriendo escasez del
líquido.
El
líder de los barzonistas, Gabino Gómez Escárcega, denunció el año
pasado que los LeBarón le habían puesto precio a su cabeza, pues, según
su testimonio, gente cercana a la familia le había enviado mensajes para
advertirle que se cuidara.
Lo
cierto es que el conflicto por el agua viene desde casi una década
atrás. Desde 2012 ejidatarios de Buenaventura, municipio de Chihuahua,
han denunciado la sobreexplotación de los mantos acuíferos Santa Clara y
Flores Magón-Ahumada para plantar hectáreas de nogales.
Todo esto se encuentra registrado en el documento Informe sobre la situación de la problemática del agua en la cuenca hidrológica del río Del Carmen, elaborado
por las asociaciones civiles Centro de Derechos Humanos de las Mujeres y
Red por la Participación Ciudadana, quienes fueron además
representantes legales de los ejidatarios. El proyecto fue financiado
por la Unión Europea.
TENSIÓN ESTADOUNIDENSE
A
decir de Adrián LeBarón (padre de Rhonita y quien grabó el video de la
camioneta quemada que publicó en Twitter), la zona donde viven se
encuentra en abandono. Asegura que esto lo demuestra el hecho de que él y
sus familiares fueron los primeros en llegar al lugar donde estaba el
vehículo calcinado, también los que encontraron los cuerpos de Rhonita y
los niños, y así mismo los que se encargaron de levantar los cadáveres,
subirlos a otra camioneta y llevarlos, sin esperar a que aparecieran
los peritos y demás autoridades, a buscar las camionetas faltantes con
la esperanza de que los demás miembros LeBarón estuvieran vivos.
“El
convoy integrado por dos camionetas Suburban pudo haber sido confundido
por grupos delictivos que se disputan el control en la región”, dijo
Alfonso Durazo, titular de la Secretaría de Seguridad y Protección
Ciudadana (SSPC) al siguiente día del ataque en una conferencia de
prensa.
Después
explicó que en esa zona existe un conflicto entre células del
narcotráfico: del lado de Sonora estaría el Cártel del Pacífico, y del
lado de Chihuahua, otros grupos como La Línea, que es conocido por ser
el brazo armado del Cártel de Juárez.
El
periodista Óscar Balderas, en el programa radiofónico de Luis Cárdenas,
planteaba que la masacre pudo deberse a una disputa por el agua de la
zona. Cerca de ahí se encuentra El Triángulo Dorado, lugar estratégico
para el narco, por lo que los grupos criminales estarían buscando
quedarse con el agua propiedad de los LeBarón para sus sembradíos y
producción de droga.
Otra
hipótesis es que uno de los cárteles había exigido a los habitantes de
la comunidad de La Mora que dejaran de comprar combustible en Chihuahua,
pues eso ayudaba a financiar al cártel rival. Con esto, la paz
tácitamente pactada entre grupos del narco y la comunidad se había
estado deteriorando de nuevo.
La
familia LeBarón son ciudadanos con doble nacionalidad: son tanto
mexicanos como estadounidenses. El asesinato de sus miembros provocó
tensión entre Estados Unidos y México. “Este es el momento para que
México, con la ayuda de Estados Unidos, lance una guerra contra los
cárteles de la droga y los borre de la faz de la tierra”, decía un tuit
del presidente de Estados Unidos, Donald Trump. ¿Un ofrecimiento de
ayuda?, ¿una amenaza?
López
Obrador respondió casi inmediatamente. En rueda de prensa dijo una
frase ya muy usada por él: la política se inventó para evitar la guerra.
Habló por teléfono con Trump y luego, en un tuit, con unas
desafortunadas condolencias, escribió: “A través del presidente Trump,
envié mi más profundo pésame a los familiares y amigos de quienes fueron
asesinados en los límites de Chihuahua y Sonora. Le agradecí su
disposición de apoyarnos y le informé de que las instituciones del
Gobierno de México actúan para hacer justicia”.
Las
cosas se volvieron a poner (o siguen) tensas cuando el 24 de noviembre,
integrantes de la comunidad LeBarón publicaron una carta en la web con peticiones a la Casa Blanca, en la cual pedían al gobierno estadounidense considerar al narco mexicano como terrorismo.
“Buscan
poder político para crear un narcoestado en México (...) No podemos
permitirnos continuar con las mismas políticas fallidas que se usan para
combatir el crimen organizado ¡Son terroristas, y es hora de
reconocerlo!”, decía la petición.
La
solicitud necesita la firma de más de 99 mil personas que vivan en
Estados Unidos, antes de la Noche Buena de este año, para recibir una
respuesta del presidente. Sin embargo, este requerimiento no pareció
necesario, pues apenas un par de días después, Donald Trump respondió
afirmativamente a una entrevista en un programa de radio: que sí, que
ya se estaba considerando designar a los cárteles mexicanos como grupos
terroristas por el gobierno de Estados Unidos.
Aseveró
que su administración llevaba 90 días trabajando para clasificar a los
cárteles de la droga como grupos terroristas. La intención, entonces, de
considerarlos como terroristas no era nueva; no había salido de la
petición de la familia LeBarón, aunque esta sí contribuyó a traer el
tema a flote.
Todo esto provocó que en Twitter fuera tendencia el hashtag
#LebaronTraidoresAlaPatria, el cual tuvo más rechazo que aceptación.
Aunque, incluso, dentro de la misma comunidad hay discrepancias al
respecto. Adam Langford, exalcalde de Bavispe, Sonora (lugar donde
ocurrió el ataque), dijo en entrevista para Radio Fórmula: “Yo no estoy
de acuerdo con que se les catalogue como terroristas a los que
cometieron el ataque a nuestra familia, ellos son unos sicarios”.
Pero,
¿qué implicaciones traería que el gobierno de EUA clasificara a los
grupos del narco como terroristas? “El terrorismo, más que una categoría
de violencia, es empleado como etiqueta política para favorecer,
respaldar o impulsar determinadas agendas”, escribía Mauricio
Meschoulam, internacionalista, hace algunos meses en su columna en El Universal.
“El uso de esa etiqueta por parte de Washington no nos dice nada acerca
de si ese cuerpo utiliza o no utiliza el terrorismo como táctica. Lo
único que nos dice es que la Casa Blanca tiene toda la intención de
lanzar una ofensiva en contra de esa agrupación y el país al que
pertenece, lo que puede incluir desde sanciones económicas, hasta
operativos en países extranjeros que son justificados bajo la aplicación
de leyes extraterritoriales. Ese es el riesgo que corre nuestro país y
en efecto, es preocupante (…)”.
Por otro lado, según una reflexión realizada en su columna de opinión, Zósimo Camacho, periodista y jefe de información de la revista mexicana Contralínea, otro de los intereses de Estados Unidos en Sonora (y que se vincula al tema de los LeBarón) es la explotación
de litio, pues escribe que: “hoy por hoy el mayor depósito de litio del
planeta en proceso de ser explotado se encuentra en Sonora, México,
casualmente por el rumbo donde fueron masacrados mujeres y niños de esta
comunidad”.
“El
litio se ha convertido en uno de los minerales más codiciados del
mundo. Es ya causa de una de las mayores disputas entre las potencias
económicas (y militares). Como es sabido, el litio es el elemento
principal para la fabricación de baterías y de otros aditamentos de
celulares, computadoras, automóviles eléctricos, aeronaves, naves
espaciales, submarinos… Está ligado al desarrollo científico-tecnológico
y militar”.
Zósimo Camacho continúa su texto puntualizando que quien
asegure el suministro de este mineral asegurará también el triunfo en
la carrera armamentista, económica, científica y tecnológica que hoy
tiene cinco punteros: Estados Unidos y China en la cima, y en un segundo
bloque cercano Rusia, Israel y Reino Unido.
“El
pasado 30 de agosto el poderoso grupo de Mining Technology reveló
cuáles son las 10 minas de litio más grandes del mundo. En el listado,
titulado como Top ten biggest lithium mines in the world,
aparece en indiscutible primer lugar el Proyecto de Litio Sonora, con
reservas probadas y probables de 243.8 millones de toneladas”.
En
el mismo texto se puede leer que se calcula que el proyecto Litio de
Sonora, con 100 mil hectáreas, tiene un valor de mil 253 millones de
dólares.
LO ACTUAL
El
1 de diciembre, justo cuando Julián LeBarón y más miembros de la
familia participaban en Ciudad de México en una marcha para exigir al
gobierno federal cambios en su estrategia, la Fiscalía General de la
República (FGR) anunciaba la detención de algunos implicados con la
matanza.
Más
tarde se sabría quiénes eran: Héctor Mario Hernández “El Mayo”,
señalado como líder de La Línea en la región, su hermano Luis Manuel y
otro sujeto sólo identificado como Cipriano (los tres supuestos
integrantes del grupo de La Línea).
Así,
la comunidad LeBarón espera por justicia. Como cualquier mexicano
trastocado por la violencia del narco, también son víctimas. Pero no
víctimas inmaculadas, sino sujetos políticos que han protagonizado parte
de la historia del México moderno.
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