Chucky, 2ª temporada: El pelirrojo eterno

Crédito: SYFY


Chucky ha hurgado en su propia mitología y Don Mancini se ha vuelto loco, más loco aún, y nos ha dado una segunda temporada donde echa al caldero el humor negro, el cine B, la blasfemia, parodias de clásicos de terror, y más blasfemia.

Una temporada que se encuentra en lo más alto de la incorrección política dándose el lujo de ser inclusiva sin caer, como dicen los viejos prematuros de 30 años, en la “inclusión forzada”.

Chucky sigue vivísimo; lo he visto volver a la vida más veces de las que he visto al Santos campeón. Es el icono ochentero del género slasher que goza con mejor salud en la actualidad. Y se lo debemos, en gran parte, a su creador: Don Mancini, un tipo que está a punto de cumplir los 60 años y que escribió el primer guion de lo que sería Chucky cuando estaba en universidad. Desde entonces ha llevado al muñeco del terror a la comedia, y de regreso.

Mancini, que desde hace años se declaró gay, lanza ahora todos sus dardos contra la institución más retrógrada de la humidad: la iglesia, ubicando la historia de esta temporada en un internado católico como en venganza por el maltrato y discriminación que vivió en el pasado por ser homosexual.

El volver la franquicia una serie no ha sido una decisión sacada de la manga; el final de la última película —El Culto de Chucky (2017)— fue pensado para que diera pie al inicio de una serie, según lo confesó Don Mancini. Además, en el terreno televisivo iba a encontrar más libertad. En la penúltima entrega —La maldición de Chucky (2013)— el guion original planteaba que Alice, la niña, fuera asesinada por el muñeco; incluso se filmó la escena en bruto. Pero los estudios de Universal no lo dejaron. En la siguiente película, lo mismo: le prohibieron poner en riesgo a niños.  

Así que Don Mancini tomó en sus manos toda la mitología que había creado del Muñeco Diabólico, le dio las gracias a Universal y se mudó al formato de serie televisiva donde visiblemente ha tenido más libertades; apenas en el primer episodio de esta segunda temporada vimos explotar a un niño. Felicidades, Mancini, por fin te dejaron mostrar en pantalla la muerte de un niño.

Desde la película El culto de Chucky nos plantearon que ahora el muñeco había aprendido a multiplicar su alma dando vida a varios muñecos. Esa premisa es explotada al máximo en esta temporada. Y entonces encontramos situaciones maravillosas como estas:

Una monja que cree que un Chucky mamado es la resurrección de Jesucristo y entonces se empeña en servirle a él como fiel discípula; un Chucky que tras una terapia de aversión al puro estilo Naranja Mecánica se convierte en bueno e irradia ternura, pero que al paso de los episodios su lado malvado comienza a resurgir y entonces se ve envuelto en una lucha interna con sus demonios y que, con todo y eso, se da el tiempo de derrotar en una pelea al Chucky mamado usando el poder de la Biblia y crucificándolo con unos cuchillos; un Chucky calvo que funge como líder de todos los chuckys y que se hace llamar El Coronel; y hasta un Chucky que se trasviste con tal de conseguir sus objetivos.  

Como lo dije, Don Mancini se volvió loco.

En Youtube hay críticas de frikis y subnormales que se ponen a realizar análisis insoportables de hasta 20 minutos pidiéndole a un muñequito poseído por un tipo que le gustaba matar por matar que tenga toda la coherencia del mundo en su actuar. Por favor, no pierdan el tiempo viendo sus sesudas críticas y mejor disfruten las trepidantes aventuras del muñeco rojizo.

¿Que hay agujeros en el guion? Muchos. ¿Que hay arcos narrativos que se sienten inconclusos? Claro. ¿Que hay cosas absurdas que un muñeco asesino no podría hacer, tal como tramitar su propia tarjeta de crédito para comprarse en línea la motosierra más silenciosa del mundo y con ella partir completamente por la mitad a una política engreída en plena Nochebuena y en la sala de su casa? Claro, muchas, ¿y qué?

Tras 34 años, Chucky ha dejado de ser un personaje de terror. Si alguna vez asustó a alguien, hoy ya no lo hace con nadie, hoy su papel es provocar, llevar al absurdo cada situación.

Y en esta segunda temporada lo hace cabalmente.
 

Larga vida a Chucky.

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