Hacia la práctica de un periodismo social



Publicado en el periódico kioSco nº92, mayo 2013. 

Bun Alonso



Pareciera natural que todo periodismo fuera social. Hasta la propia expresión nos puede parecer pleonástica. Y sin embargo lo que sucede es que no todo el ejercicio periodístico es inclusivo, no discriminatorio, es decir, social. Sin duda lo que más impide llegar a la realización de esta práctica es la discriminación presente no sólo en el lenguaje de las notas sino en las políticas de la empresa periodística y en la manera en que se abordan las noticias. Ya en mi colaboración del mes anterior (kioSco nº 91) abordé el tema del sexismo, característica que también impide practicar dicho periodismo. Ahora mencionaremos otros aspectos igual de discriminatorios, mismos que se sustentan en los prejuicios, estereotipos y estigmas.


La tendencia que la prensa mexicana practica con  respecto a la cobertura y tratamiento de temas de discriminación, es moverse hacia los extremos: se evita cubrir esos asuntos, y cuando se cubren se les trata con un tufo melodramático, victimizando, y queriendo llegar a concientizar mediante un intento conmovedor causante de lástima.


Esto ocurre más comúnmente con deportistas con discapacidad; por ejemplo en esta columna del periódico Milenio, publicada el 28 de agosto de 2008, en donde se habla acerca de una deportista paralímpica con amplia experiencia: “…de sus enormes deseos de superación dan testimonio sus mil 793 medallas, ganadas siempre tras el emocionante latigazo que implica para ella lanzar la jabalina. Ejemplo de coraje y dedicación en la vida diaria…”. Aquí se victimiza, tal vez inconscientemente, pues parece que en realidad se está diciendo que “a pesar de su discapacidad, la deportista ha salido adelante”.


Lo ideal sería abordar diariamente estos temas, sin una mirada discriminatoria y más bien con una social, con perspectiva de derechos humanos, evitando aislar al grupo vulnerable, pues el aislamiento profundiza más las diferencias en vez de subsanarlas, como sucedió con el encabezado de una nota de Milenio Laguna publicada en su versión digital el 19 de mayo de 2012 sobre una de las marchas en protesta contra Enrique Peña Nieto llevada a cabo en Torreón; dicho encabezado decía: “Marchan contra EPN 352 personas, 2 niños, 3 perros y un discapacitado”. Además de separar a los niños de la categorización de personas, también se hace con la persona con discapacidad; el hecho causó muchas protestas en redes sociales y en los comentarios a la nota en la página web del diario, lo que provocó que el encabezado se cambiara por: “Marchan contra EPN 358 personas en Torreón”, y en donde vemos que ahora el editor del encabezado decidió contabilizar a los 3 perros como personas.

Un error que han cometido los medios nacionales es voltear a mirar a cierto grupo vulnerable sólo cuando un actor de la vida pública emite un mensaje ofensivo hacia ellos. Tal como sucedió con un texto publicado por Daniel Bisogno, presentador en Tv Azteca, en donde se refiere con desdén y con ofensas a algunas trabajadoras del hogar. Dicha columna se publicó en un diario de espectáculos llamado Basta! Muchos diputados y diputadas se ofendieron y levantaron sus quejas ante el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred), muchos medios de comunicación tocaron el tema; pero hacia donde la indignación debiera dirigirse es a preguntarse hasta dónde el Estado garantiza el cumplimiento de los derechos humanos en el caso de las trabajadoras del hogar, bajo qué condiciones se encuentran laborando, cuál es el porcentaje de la población que se dedica a este empleo, ¿cuentan con seguro social?, etc.  

Por eso es tan importante que este tipo de temáticas esté en la agenda diaria de la política editorial de los medios, para no estar condicionados por el hecho de que algún  desventurado haga tal o cual crítica ofensiva y discriminatoria y, entonces sí, abordar el tema.  

Pero la discriminación no inicia precisamente en el lenguaje, sino en la manera en que se abordan las noticias. Otro aspecto que nos aleja de un periodismo social es el traslado de responsabilidad, es decir, cuando se justifica un acto de discriminación a partir de la condición de la persona o grupo al que se agrede. Por ejemplo cuando en los medios de comunicación se habla del “mata gays” o el famoso caso de la “mata viejitas”, asumiendo que la condición sexual de alguien o la edad determina el que una persona sea asesinada. Habrá que ver de qué manera se aborda la noticia, pero llamar a presuntos asesinos con apodos como los mostrados en vez de nombrarlos precisamente por su nombre, es ya un acto de estigmatización.

En una nota de El Siglo de Torreón en marzo del año pasado, en donde se informa de una declaración de un joven panista, se lee: «¿A qué se ha dedicado el PRD en el Distrito Federal?, simplemente a destruir todas las instituciones, como por ejemplo, permitiendo el matrimonio entre ‘jotos’, permitiendo el aborto", gritó el joven panista quien con sus palabras detonó una revuelta en el recinto legislativo. ». El problema con este tipo de notas es que se asume que los lectores van a entender que el entrecomillado es para dejar en evidencia al que realiza la declaración, pero la nota no contiene ninguna información de la responsabilidad que le corresponde al que discrimina, en este caso un funcionario panista, característica que da más motivos para cuestionar en la nota la declaración.

Prácticas que nos llevarán hacia un mejor periodismo social, inclusivo y libre de discriminación, son la contextualización de la noticia, que el periodista no actúe como Ministerio Público, es decir, no sea juez y parte de una situación, que se dé voz a la parte de la sociedad de que se habla y no sólo quedarse con las opiniones y visión de instituciones oficiales, que el periodista conozca e indague sobre las políticas públicas, la legislación, programas sociales que existen en relación al caso tratado, para de esa forma poner de manifiesto en la nota o reportaje la responsabilidad que el Estado y sus órganos tienen.  

La contextualización es muy importante, pues aquí el periodista mostrará  a los lectores las estructuras sociales y de poder que sostienen una situación de discriminación; siempre será importante especificar las circunstancias culturales, económicas y políticas en que sucede cada caso.  

El periodista que quiera llevar a la práctica un periodismo auténticamente social deberá, además de acudir a instancias oficiales, saber convivir con la calle, darle nombre y rostro a los números de las estadísticas, no caer en el juego de víctimas y victimarios sino descubrir el engranaje de los problemas sociales, dar elementos para la reflexión, pero no a partir de querer hacer llorar al lector, deberá procurar mencionar el color, creencias, estado civil, preferencias sexuales de las personas sólo cuando sea estrictamente necesario para la información que se proporciona.


En nosotros como lectores queda el saber identificar si el periodismo que consumimos nos muestra todas las miradas de los problemas sociales, si es inclusivo y su lenguaje no discrimina; y en la prensa nacional queda el modificar sus líneas editoriales y capacitar a sus reporteros para la realización de un ejemplar periodismo social.   

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