El periodismo y la
literatura son géneros que siempre han ido hermanados. Es común
encontrarse al periodista que también ha labrado una carrera en la rama
literaria. Y existen algunos que lo han hecho de manera más que
fructífera. Como es el caso de Vicente Leñero, nacido en Guadalajara,
Jalisco en 1933.
Leñero se ha dedicado ha
cosechar textos en la dramaturgia, la novela, el guion de cine y en
cuento. A éste último pertenece el libro Sentimiento de culpa; un compendio de 16 textos que abordan desde lo anecdótico en su carrera periodística hasta relatos de lo imaginario.
El cuento que da título
al libro pone a Mónica, su protagonista, en una confusa encrucijada,
pues tiene que elaborar el informe de rechazo de publicación, por
encargo de la editorial Joaquín Mortiz, para una novela del joven
escritor Gerardo Mendívil. Mónica, también escritora, elabora el informe
sin firmarlo. Pero el escritor rechazado averigua la identidad del
firmante y acuerda una cita con Mónica. Ésta se compromete a leer con
más tiento la novela y trás hacerlo descubre ciertas cualidades que no
había detectado. Un sentimiento de culpabilidad la transita e intentará
proponerle un trato que remedie el suceso a Mendívil.
La verdad es que el
título bien podría ser aplicado a otros tantos cuentos que conforman el
libro, pues es un sentimiento con el cual tienen que cargar la mayoría
de los personajes. Se puede citar como mero ejemplo el cuento “Stanley
Ryan”. Leñero nos narra la llegada de un periodista neoyorquino, el
mismo que da nombre al relato, a la redacción de Excélsior. Stanley
se encuentra casi en la ruina, debido a que su expareja huyó con todo
su dinero. Logra conseguir trabajo escribiendo artículos para el
suplemento Revista de revistas. Hasta que un día es detenido
por la policía acusado de alquilar hoteles e irse sin pagar. La gente de
Excélsior se rehúsa a sacarlo de allí, argumentando que no pueden
defender a un estafador. Va contra las políticas del periódico. A partir
de entonces el sentimiento de culpa comenzará a invadir al personaje
narrador, que podemos suponer que es Leñero, pero que al final parecerá
disiparse al volver a ver al ya exconvicto Stanley Ryan.
La prosa clara y amena
del autor da, por un momento, cabida a la formación metafórica y hasta
un poco poética en el relato “La ciudad en el centro”. Un especie de
crónica de la vida en el gran Distrito Federal.
Cito un párrafo:
“Revienta la ciudad
de gente colorida. Fiesta de luz bajo el terrible esmog que en vano
intenta volver color ceniza el corazón capitalino.”
En “Pieza tocada” Leñero
hace desfilar por el mítico café El ágora a escritores como Juan Rulfo,
Eduardo Lizalde, Juan José Arreola y Homero Aridjis. Varios de ellos
derrotados en el ajedrez por don Camilo, un vejete amargado y veterano
de la Revolución Cubana que siempre ocupa la misma mesa en el café. El
cuento es manejado con un oficio literario que sólo lo da los años de
experiencia. Los momentos de tensión son constantes. Todo radica en la
obsesión de un joven Leñero por ganarle a don Camilo en el ajedrez. El
momento cumbre del relato se alcanza en la partida que librará el viejo
exguerrillero con el, en ese momento, campeón mexicano de ajedrez:
Miguel López Campos.
Otros textos que edifican el libro son anécdotas de cuando Leñero trabajaba en Proceso,
semanario que junto a Julio Scherer y a otros compañeros más fundó en
1976. Así, el autor narra un encuentro con Carlos Salinas cuando éste
aún era Candidato a la Presidencia de México, otro encuentro para una
entrevista y el periplo que tuvo que pasar para llegar hasta la figura
del Subcomandante Marcos.
“Toque de sacrificio” es
el relato que cierra el libro. Un auténtico jaque mate literario por su
estructura sólida y diálogos naturales.
En algunos de los cuentos
se hace presente el final sorpresivo, esa segunda historia que al final
del relato surge para impactar al lector. Disparos atizados
perfectamente por Leñero.
Sentimiento de culpa
(2005) se puede encontrar en la editorial Debolsillo y resulta un libro
vital para periodistas que tienen el afán de incursionar en los
terrenos literarios, pues se muestra aquí cómo embonar la entrevista, la
crónica y la anécdota periodística en el talle del cuento y que quepan a
la perfección sin dejar holguras.
Y si hay alguien a quien culpar, culpemos a Leñero.
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