Texto publicado en el periódico kioSco nº76, octubre 2011.
Bun Alonso
La llegada de nuevas tecnologías provoca la creación de términos
igual de nuevos. Ya el colectivo de hackers denominado Anonymous vino a
plantearnos el llamado hacktivismo. Pero el término que concierne a este texto
fue acuñado, o al menos sugerido, por la alta burocracia mexicana cuando la
mañana del pasado 25 de agosto en la ciudad de Veracruz dos twitteros, el
profesor Gilberto Martínez Vera y la comentarista de radio María Bravo Pagola,
difundieron en sus Twitters algunos mensajes alertando a la población sobre
unos hombres armados secuestrando niños en las escuelas. Tales alertas
provocaron una movilización inmediata de los padres de familia cuyos hijos se
encontraban en ese momento en la escuela.
El contenido de los mensajes resultó ser falso. Por fortuna, no había ningún comando armado secuestrando niños.
El contenido de los mensajes resultó ser falso. Por fortuna, no había ningún comando armado secuestrando niños.
Gerardo Buganza, secretario de Gobierno del estado de Veracruz,
comparó el suceso con lo ocurrido por el programa de radio “La guerra de los
mundos”, conducido por Orson Welles allá por los años 30, debido al caos que
desataron; más de 20 accidentes de tráfico, autos abandonados a media carretera
por gente que salió corriendo a buscar a sus hijos, saturación de números
telefónicos de emergencia, crisis nerviosas, etcétera. Y de ese mismo modo, al
estilo literario del realismo mágico, les crearon un delito. Se les acusó de
terrorismo por haber difundido rumores que pusieron a la ciudad en una
paranoia. Y con una rapidez increible, la policía identificó y encarceló al par
de twitteros. Ahora podrían cumplir con una condena de hasta 30 años.
La sociedad mexicana utiliza las redes sociales, al menos, de dos
maneras; una es como medio de ociosidad, las ven como una plataforma en la cual
pueden sacar su estrés diario, preocupaciones y hasta inundarlas de penas
amorosas. Mera diversión. La otra forma radica en el intercambio de infomación
relevante, tal como de política, cultura y de sociedad en general. Se
convierten en un medio de difusión alternativa.
Algunos medios mencionan que este par de ahora twitterroristas
difundieron los mensajes sólo a manera de broma, por diversión. Otros que ellos
solamente se encargaron de hacer circular dichos mensajes sin tener
conocimiento de que la información era sólo un cúmulo de rumores. Es decir,
vieron en Twitter un medio de difusión.
Cualquiera que haya sido el caso, en definitiva, son exageradas las
medidas que se han tomado.
La actuación que tomó el gobierno de Veracruz, encabezado por Javier
Duarte, sólo exhibe su cuarteada capacidad para adaptarse a medios
cibernéticos, en este caso, a las redes sociales. O no pueden o no quieren
entender lo que este fenómeno significa y, por lo tanto, con autoridad
implacable tratan de controlar este tipo de medios.
Si bien, existen personas que se niegan a utilizar las redes
sociales y cualquier nueva tecnología que llega, ya sea por desconfianza, miedo
al rápido avance de ella o apatía por aprender cosas nuevas, pero que la gente
de un gobierno se niege también es algo gravísimo, pues termina afectando a la
ciudadanía. La cuestión es renovarse o morir.
Por supuesto que no es justificable regar rumores de pánico en una
sociedad sumamente sensible y asustada, pero el hecho puso de manifiesto a un
gobierno que no sabe qué hacer ante este tipo de situaciones y, debido a la
carencia de un marco legal estable sobre los crímenes cibernéticos, se tuvo que
sacar de la manga algunas leyes para castigar tales actos.
Como la recién modificación al código penal aprobada apenas este 20
de septiembre por legisladores locales en una sesión extraordinaria del
Congreso en Veracruz. Ley que en Twitter ya es llamada “Ley Javier Duarte” y
que fue aprobada “para crear la figura de perturbación del orden público
como delito menor.”
Bajo esta ley las dos personas encarceladas acusadas de terrorismo,
podrían quedar en libertad pagando una fianza. Sólo si la Procuraduría de
Justicia decida reclasificar el delito.
Algunos legisladores que votaron a favor, la mayoría priistas,
alegan que no buscan castigar el uso de redes sociales sino la difusión de
falsa información que pueda provocar alteración del orden.
Y sí, en verdad el problema no son las redes sociales, pero tampoco
son los mensajes que en ellas se viertan y que puedan causar pánico entre los
ciudadanos, pues si ésto sucede son sólo consecuencias de lo ya tan dicho por
especialistas en materia de seguridad, por ciudadanos y por políticos: una
estrategia contra el narco ya caduca, y que en realidad siempre lo ha estado.
Podrán simular calma y bienestar en el país encarcelando cibernautas
con tendencias terroristas, según ellos, claro está. Pero la imagen que se
proyecta hacia el extranjero no es de ninguna manera de un país pacífico ni
mucho menos de uno democrático, pues precisamente gracias a Internet y a las
redes sociales la noticia de los twitteros encarcelados ha llegado a países
como España, Venezuela, Canadá e Inglaterra.
Mientras tanto en México se ha puesto de moda el calificativo
“terrorista”. Los atacantes al Casino Royale en Monterrey fueron denominados de
esa misma manera por el lenguaje oficialista. Ya no es guerra contra el narco,
ya no son narcos contra “los buenos del gobierno federal”, que tanto insisten
en llamarse así, ahora son una bola de terroristas contra ellos.
Y estos neo-terroristas ya ni necesitan coches bomba o secuestrar
aviones. Sólo es necesaria la conexión a Internet para, por medio de una red
social, desatar el pánico y que el gobierno mexicano los juzgue por ello.
Listo. Uno puede ser terrorista en un dos por tres. Sencillos pasos. Y para que
todo quede completo, ya sólo falta que Televisa les dedique a los
twitterroristas un episodio en La rosa de Guadalupe.
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