La escuela y su camuflada acción política

Publicado en la gaceta La Grieta del Desierto, del colectivo Los Nadies. Nº8, febrero 2014



El sistema educativo es el reflejo del poder político que impera en un determinado país. Si la sociedad avanza, la escuela también. Por el contrario, cuando la sociedad entra en crisis, la educación lo hará por igual. Por eso ahora en México vemos a maestros y padres de familia en la calle protestando contra la supuesta reforma educativa. Bien, pero el punto es ya no ocultar el hecho de que la escuela cumple con una función político-social, cuyo objetivo es insertar ciudadanos a una sociedad ideológicamente definida, y esto sólo lo logra inculcando en los alumnos unas series de conductas, creencias y funciones propias del sistema económico imperante, de tal forma que la inserción de los alumnos en la sociedad no represente una contradicción o un conflicto (Francisco Hernández, Educación como praxis política). No faltan los maestros y autoridades educativas que afirman que en el proceso de educación no cabe la política ni las ideologías; pero al sostener dicho planteamiento, de manera inconsciente, están llevando a cabo una fuerte carga e imposición política de las clases dominantes a través del aparato escolar. Pues con su “despolitización” lo único que logran es una escuela aislada de los problemas sociales. Hay otra manera en que se oculta la acción política, y es utilizando el discurso de la “superación personal” o de “autoayuda”. Esto es culpar al individuo de los males sociales, los mismos males que en realidad tienen su origen en la estructura injusta de la sociedad y que no cambiarán con recetas morales como nos lo dicta la escuela. Cuando asistía a la universidad cada año se realizaban simposios con temas referentes a la carrera, pero sin falta la primera conferencia iba dedicada a lo antes mencionado: un tipo tomaba el micrófono y por alrededor de una hora soltaba un discurso lleno de frases hechas presentándolas como sentencias irrefutables: que el éxito está en uno mismo, cambia tú y cambiará todo a tu alrededor y demás falacias de moral burguesa. Recuerdo en especial a uno que llegó a decir que nosotros, como mexicanos, deberíamos sentirnos orgullosos de Carlos Slim ya que era la persona más rica del mundo y era mexicano. Esto, impulsar la conducta individualista, es en plenitud una acción política enfocada a mantener ilesas las estructuras político-sociales. El resultado de todo esto, nos lo hace notar el autor Francisco Gutiérrez, es una escuela activa en futilidades pero pasiva en lo esencial. Ejemplo: durante las vísperas del Teletón muchas escuelas ponen a sus alumnos a “botear” a cambio generalmente  de un punto en la calificación; una acción ejercida desde la caridad (de arriba hacia abajo) para un evento altruista organizado por empresarios moralmente discapacitados.

Otro caso es la excesiva normatividad que los maestros aplican a sus alumnos impidiéndoles su pleno desarrollo, especialmente en el periodo que va de secundaria a preparatoria, y en algunos casos en la universidad incluso. Me refiero a reglas absurdas como no llevar el cabello largo (en los hombres), no utilizar piercings, no tatuajes. Y este sometimiento a la autoridad del maestro convierte al alumno en un “ser para el maestro”, es decir, se le enseña “cómo ser” y no un “llegar a ser”. El alumno renuncia a su voluntad, a su autonomía y se le inculca el orden, la disciplina, y de esa manera sale a ejercer su ciudadanía, aleccionado desde la escuela sobre cómo debe vivir. ¿Qué necesitamos entonces para cambiar esto? Tal vez apostar por una “desescolarización”.

Para finalizar, es necesario saber que ninguna reforma educativa va a cambiar radicalmente el panorama de la educación, pues éstas siempre están políticamente condicionadas por los poderosos y, por supuesto, no modifican las estructuras.

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