La ciudad que no se adapta

Texto publicado en Revista de Coahuila n° 291 , diciembre 2015 Afuera de la parroquia del Inmaculado Corazón de María, tres o cuatro muchachos con franelas al hombro o girándolas con sus manos, van y vienen mientras los creyentes llegan y estacionan sus autos para entrar a misa de mediodía. Un hombre de unos 40 años, con barba como de chivo, tez morena, ayuda a estacionarlos; es el “viene-viene”, el cuida-coches. —Me dio después de los cinco. Tengo entendido que fue por falta de la vacuna, fue por lo que a mí me dieron secuelas de polio. Dice José Luis, y que a los 13 años tomó su primera terapia y que desde entonces nada, hasta hace apenas dos años que volvió a tomar otra más en el DIF de la ciudad que duró sólo unos meses. José Luis tiene dos dientes con coronillas, una cachucha Adidas y una sudadera gris con la silueta de un basquetbolista estampada. Sus aparatos ortopédicos están casi oxidados; tiene más de cinco años con ellos, dice, y me...