A
algunos gobernantes les preocupan.
Este
diciembre de 2015 el Premio Nacional de Derechos Humanos fue entregado de manos
del presidente Enrique Peña Nieto a Consuelo Morales —una religiosa regia que
ha dedicado parte de su labor a acompañar a familiares de personas
desaparecidas— al tiempo que en el Pleno del Senado de la República se aprobaba
una ley que precisaba las condiciones bajo las cuales se podrían suspender las
garantías individuales. En el mismo evento el presidente anunciaba que enviaría
al Congreso de la Unión las iniciativas de Ley General para Prevenir y
Sancionar los Delitos en materia de Desaparición de Personas y la Ley General
para Prevenir, Investigar y Sancionar los Delitos de Tortura. Meses atrás, el 5
de octubre, Javier Duarte, gobernador del estado de Veracruz, anunciaba el
Programa Estatal de Derechos Humanos cargando a sus anchas espaldas con los
asesinatos de 15 periodistas durante su mandato —incluyendo a Rubén Espinosa
asesinado en el DF, a donde huyó tras ser hostigado por su trabajo en Veracruz.
Apenas unos días más tarde, circularía en internet un video donde una madre de
una chica desaparecida llamada Fernanda Rubí encaraba a Duarte cuando éste
caminaba en el municipio de Orizaba. La señora Araceli Salcedo —la madre— le
habla, casi le grita, se le pone enfrente, le dice pues párese. Pero el
gobernador sigue caminando; la mira, se sonríe. Ella le dice aquí tiene su
Pueblo Mágico donde nos desaparecen a nuestros hijos, él sólo atina a responder
ok. Después ella le dice que no se burle, que quite su sonrisa porque ella no
vive desde hace tiempo —desde hace 3 años cuando un comando armado se llevó a
su hija de un bar.
—Y
ríase, ríase, que no le toque a su familia, porque el día en que le toque, en
este Pueblo Mágico, va a ver lo que se siente sufrir —le grita la madre, ya más
como un deseo. Y yo me digo que está bien, que está en su derecho.
En diciembre otra vez la madre —la
misma— vuelve a aparecer en un video. Ahora sentada frente a una cámara, el
fondo blanco de una pared, con sus manos sostiene un retrato grande de su hija:
una boina gris sobre su cabello con mechas castañas y güeras, sonríe levemente,
la cabeza inclinada hacia un costado. Araceli Salcedo denuncia que el
gobernador Duarte no asistió a un reunión que tenía pactada con colectivos de
familiares de desaparecidos del estado de Veracruz: «Desconocemos sus motivos
por los cuales no asistió —dice Araceli en el video—, pero también creemos que
no tuvo voluntad política hacia las familias, no tuvo la sensibilidad hacia
nuestras víctimas, hacia nuestros hijos desaparecidos; no hay un compromiso el
cual por parte del gobierno del estado de encontrar a nuestros desaparecidos».
Quise
decir: algunos gobernantes a veces fingen que les preocupan los derechos
humanos.
Las
palabras «derechos humanos» son cada vez más pronunciadas por aquellos que
suelen violarlos.
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