Mariguanizar. El debate de la legalización en México




Texto publicado en Revista de Coahuila n° 293, febrero 2016.

 

 


Bun Alonso

Héctor y Andrés son dos chicos de, al parecer, no más de 20 años que no quieren que diga sus nombres —pero llamémosles Héctor y Andrés. Hace unos siete meses Andrés creó una página de Facebook llamada “Marihuanos de Mexico” que ya tiene más de 3,600 seguidores y que es el “proyecto del proyecto”, dice Andrés. Además, creó una página para cada estado de la república mexicana —“Marihuanos Coahuila”, “Marihuanos Guanajuato”, “Marihuanos Durango” y etcétera— para buscar colaboradores por todo el país.
Uno de los temas recurrentes que publican en estas fanpages de Facebook es el del debate sobre la legalización de la mariguana que inició en México el 25 de enero de este año 2016. Parte de la discusión del debate nacional se realizará en cinco foros; dos de ellos ya se realizaron: el 26 de enero en Cancún, Quintana Roo, se analizaron las alternativas regulatorias bajo una perspectiva de salud pública y prevención, y el 23 de febrero en Ciudad Juárez, Chihuahua, se abordó el tema de Ética y Derechos Humanos. Están por realizarse los foros del ocho de marzo en Saltillo, Coahuila —el cual se enfocará en los aspectos económicos y de regulación—, el del 22 de marzo en Guadalajara, Jalisco —cuyo tema será la seguridad en un sistema de prohibición—, y finalmente el quinto foro será en la Ciudad de México donde se debatirán todos los temas.

—Otros nomás fuman por fumar y se ponen locos y se ponen a hacer pendejadas y queman a la banda grifa, pero a la que es grifa con responsabilidad, ¿no? —dice Héctor, quien es amigo de Andrés y administrador de la página.
            Para Héctor fumar mariguana es cultura y le hizo descubrir la música reggae. Cada vez que puede o cuando está de vacaciones de la universidad, retoma su gusto por viajar: toma su mochila, cobertor, papeles, guitarra y se va de mochilazo a tocar por todo México, dice. 
            Pasan de las seis de la tarde en La Alameda Zaragoza de Torreón y anochece. Charlamos en una de las palapas de concreto. Sacan el hiter y se prenden: los humazos comienzan y se funden con el humo del tabaco de los cigarrillos que fumamos para disimular el olor.
            Los dos cuentan sus encuentros con la policía. Se quejan de que la ley que habla de portación de dosis de consumo personal no es llevada a cabo tal cual en la práctica.
La ley General de la Salud y el Código Penal Federal contemplan que traer consigo menos de cinco gramos de mariguana no se sanciona pero sí se debe presentar a la persona ante el Ministerio Público. Una vez comprobada la cantidad y el lugar de detención, el MP hace un reporte ante la autoridad sanitaria para que se le dé a la persona orientación médica y preventiva.
   
Héctor dice algo que me sorprende: fuma mariguana desde que estaba en primaria —pero que la ha dejado por un par de lapsos. Cuando su madre salía por las noches a trabajar, él se salía de casa y se iba a la esquina a fumarla con algunos hombres que ahí se juntaban. Entonces, dice, se quedaba ahí en la esquina vigilando. Sin saberlo, era un halcón. Minutos más tarde, queriendo volver al tema, le preguntaré, como para reafirmar, que si ya se había alejado de eso, de estar trabajando implícitamente para el narco.
            —No, es que nunca te alejas de eso —dirá—, por ejemplo… bueno, dejas de trabajar o nunca trabajas para eso, nunca sabes para quién trabajas, nada más recibes una recompensa por estar parado en la esquina y ya. Se desaparecen los meros buenos, y ya pues uno queda libre.
            Después Andrés dirá que en realidad uno nunca es libre del narco, que se mueve ante nuestros ojos, que ahorita puede estar aquí en La Alameda.
            Pero por ahora, Andrés se encuentra hablando de la criminalización por fumar mariguana, del por qué ese hostigamiento de las autoridades.
            —Como es ciudad fronteriza, bueno, no nomás esta ciudad, o sea, todo lo que es La Laguna, Torreón, Gómez, Lerdo, que son donde están las industrias, las zonas industriales, pues tenemos el problema de que nos tienen como, no esclavos, ¿verdad?, pero somos lo que alimenta al país, más o menos, o sea que acá están todas las industrias: Saltillo, Monterrey, todas las que somos ciudades fronterizas tenemos ese problema en común, que pues como somos lo que alimenta el país más que nada en materia de… ya estoy hablando como Peña Nieto, ¿verdad? —dice Andrés y los dos alargan la risotada.
            —Jaja, a la verga ese rollo, carnal: túmbate esos rollos —le dice Héctor.
            —No, o sea, en el sentido más bien de automovilismo —intenta retomar Andrés el tono serio de lo que decía —, de Lala, Peñoles, todas esas empresas importantes, güe, porque es por eso que estamos así, güey, que nos tienen más estrictas las reglas a nosotros en esta zona, porque más que ese tipo de industrias aquí es la industria más bien de la droga.
Se ha inculcado la idea de que la responsabilidad del problema de la violencia por las drogas la tiene tanto el consumidor como quien la vende. Por motivos políticos y de intereses o por ponerse moralinos, se iguala —casi— al que se fuma un churro con el que trafica heroína o cocaína. Así se mantiene a la mariguana estigmatizada, mezclando todo: al que se fuma su hierba después de la escuela o del trabajo con el que mueve kilos y kilos de drogas fuertes con el que corta una cabeza. Legalizarla tal vez sería una buena manera de comenzar a separar las cosas.   

—Más que hacer la página y tenerla allí es concientizar a la gente —dice Andrés—, a la que fuma y a la que no fuma, sobre este rollo. Porque también por ese rollo de que está privatizada, de que es ilegal, mucha gente se va por conseguir la droga que es legal, como esto —y señala una lata de una bebida llamada Four Loko que hace unos instantes había sacado de su mochila.
            —Esta madre apesta y es legal, tiene 12 grados de alcohol —dice Héctor haciendo gestos después de haberle dado un trago.
            —Como te digo, la droga que nos tienen legalizada es la que nos altera.
            Y que en cambio cuando te fumas un churro te tranquilizas, dice Andrés, que te da hambre y te vas a comer o a ver película y botanear.
            —Ahorita por ejemplo aquí en La Alameda, el airecito, estamos mariguanos y andamos tranquilos.

***
—Este año lo cerramos por arribita de los 480.
            Rafael Mora es el director de los dos Centros de Integración Juvenil —CIJ— que existen en Torreón. La idea de estos centros nació a finales de los años sesenta por un grupo de mujeres publicistas en el Distrito Federal. Hoy existen 117 regados por el país y están incorporados al Sector Salud del gobierno federal. La postura de los CIJ a nivel nacional es, claro, contra la legalización. Su director en Torreón dice que cada año atienden de 400 a 500 pacientes; en el 2015 recibieron a pocos más de 480. Los centros, dice, se dedican a hacer trabajo de prevención de adicciones y a dar consultas —pues tienen terapias, sicólogos, médicos y trabajadores sociales.
            —Yo le preguntaba al sicólogo: “oiga, ¿usted qué piensa sobre la mariguana?” “No pues a mí no me molesta, ¿por qué te dejaron aquí?” “No pues me quise meter nomás de cotorreo pero sigo fumando mota” —me había contado Héctor acerca de estos centros aquella noche en La Alameda.
—Nada más por eso me atendían. Nada más iba a que me pusieran las espinas en la cara y ya—se refería a la acupuntura—, a leer un libro y ya a la verga. No me preguntaban nada, no te integran nada.
            —Es que de hecho está tranquilo. Te metes al Centro de Integración Juvenil y te tranquilizas, y andas bien mariguano y andas chido. Tampoco tiene chiste de ir —había añadido Andrés, que había tenido que ir a un CIJ condicionado por la escuela.
            —Pero pues también nada más iba de cotorreo. Salía del Centro de Integración y a fumar. Y eso fue antes de que empezara a agarrar las otras cosas que te digo, más cabronas.
            Andrés me había dicho que antes no sólo consumía mariguana sino que andaba con muchas drogas más “ya más químicas, inhalantes y cuanta madre” y que había hecho unas pendejadas, unas mamadas cabronas. Pero no quiso decir más.
—Pues no sabes lo que haces, con esas drogas no sabes lo que haces.
Mientras tanto, hoy Rafael Mora hace mención de que Coahuila tuvo el primer lugar nacional en consumo de inhalables del 2009 al 2013 y que en Torreón la pintura de aerosol fue la droga que se mantuvo de preferencia entre los jóvenes en esos cuatro años. Sin embargo, dice, la mariguana había sido con frecuencia la droga de mayor consumo y que en 2014 volvió a retomar ese lugar mientras que los inhalables bajaron. Y de nuevo el año pasado la mariguana volvió a ser la droga de preferencia.
            —Más o menos te voy a dar cifras apróx porque no las recuerdo con exactitud, pero en el 2014 alrededor del 55% de los pacientes era por mariguana. Y en este 2015, que todavía no cierro bien el dato, vamos a andar como en el 63%.
Todavía hace poco más de 100 años todas las drogas eran legales. En México, según apunta Hugo Vargas en su ensayo “Informe marihuana” (publicado en el libro “La realidad alterada”, Debate 2006), los instrumentos legales y el discurso para la prohibición de la mariguana tienen antecedentes porfirianos. También menciona que la Revolución Mexicana fue una pausa en la construcción del discurso prohibicionista, pero que tras resolverse la etapa armada y discutirse la Constitución volvió a aparecer el tema, el cual fue abordado con los prejuicios propios de la época como la “degeneración de la raza”. La ilegalización se consigue finalmente en 1926 con Plutarco Elías Calles en un nuevo código sanitario “que sustituía al porfiriano de 1902”, escribe Hugo Vargas. “En él se resumen todos los criterios prohibicionistas y se establece la ilegalidad del consumo de todas las substancias, excepto los alucinógenos prehispánicos”.

—En uno de los aspectos donde apoyamos que se debata más —dice Rafael Mora—, que se abra más la discusión, que se le dé para delante es en la cuestión del uso medicinal, pero considerando que todavía no hay las suficientes investigaciones para decir que algunas sustancias que contiene la mariguana realmente puedan tener un efecto de curación, porque parece ser que lo que se ha encontrado es como que son paliativos nada más.
Después, en apariencia, los discursos fueron cambiando. México prohibió la mariguana antes que Estados Unidos —quien en 1937 promulgó la ley Marihuana Tax Act que criminalizaba a los consumidores y a médicos que la recetaban. Con su ascenso como potencia mundial, Estados Unidos esparció su cultura conservadora la cual terminó por apropiarse del discurso prohibicionista, un discurso, especialmente, inspirado en los prejuicios de Harry Anslinger, primer comisionado de la Oficina Federal de Narcóticos. Anslinger, por ejemplo, pensaba que el jazz y el swing eran música satánica creada por fumar marihuana y que las mujeres blancas tras fumar la hierba buscaban tener relaciones sexuales con negros y artistas. Por una parte “la degeneración de la raza”, argumento usado por México en tiempos inmediatos a la revolución, se mantenía. Aunque parecía que el argumento fuerte —el de verdad— estaba en otro lado.
Cuando la producción y venta de alcohol volvió a ser legal en 1933, los productores comenzaron a preocuparse de que sus ventas fueran a bajar debido a la mariguana, que era más barata. La que también empezó a preocuparse fue la industria del papel a base de madera pues en inicios de los años 30 el papel de cáñamo —cannabis para usos industriales—comenzaba a ser popular ya que era más resistente, duradero y no exigía la tala de árboles. El principal preocupado de esa época fue un señor muy rico dueño de más de 20 periódicos que había invertido mucho en la industria del papel. Se llamaba William Hearst y, con ayuda de funcionarios políticos como Harry Anslinger, diseñó una campaña mediática contra la mariguana que finalmente logró eco en la opinión pública y terminó consiguiendo la ilegalización total de la planta y con ello afectando directamente al cáñamo. No era necesariamente una amenaza contra la salud pública como decía el discurso: era más una amenaza comercial.

—Y otra cosa es que si se llegara a legalizar, la lana que se le tendría que destinar a los programas tendría que ser enorme —dice Rafael Mora.
También dice que por cada 16 pesos que se invierten en el combate a las drogas, se le destina un peso a la prevención.
Estados Unidos empezó a aflojar su discurso prohibicionista en 1996 cuando se aprobó usar mariguana por razones médicas en California. Uno de los estados más permisivos actualmente es Colorado —con una venta legal por lo que se ha convertido en el primer mercado de ese país. Pero a diferencia del estudio mexicano que lanzó hace poco el Instituto Belisario Domínguez del Senado de la República donde según legalizar la planta posiblemente afectaría hasta un 26% los ingresos de los cárteles, Colorado se ha convertido en una buena opción para estos grupos tras la legalización. Una investigación de Associated Press recién dada a conocer dice que los narcos están cultivando hierba en las granjas y almacenes permitidos para después moverla a otras zonas donde no es legal su venta y duplicar el precio y obtener ganancias millonarias.
Hoy el camino que se ve más claro es el de la legalización con fines medicinales. México, como Estado, tendrá que llevar ya una postura a la sesión especial de la ONU sobre el tema de drogas el próximo abril.

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