Gay Talese, otra vez



Publicado en CultoGrama.



Bun Alonso

Un día de enero de 1980 un hombre llamado Gerald Foos contactó mediante carta con el periodista estadunidense Gay Talese, que por esos años ya era el consagrado que es hoy, para ofrecerle su historia: junto a su esposa, en 1969 había comprado un motel en una localidad de Colorado y lo había remodelado para espiar a sus clientes mientras tenían relaciones sexuales. Foos instaló rejillas de ventilación falsas en los techos de algunas de las habitaciones y, en ocasiones con su esposa, aunque la mayoría solo, espiaba a parejas que le parecían atractivas tener sexo. De esa manera empezó a catalogar las prácticas sexuales de sus clientes.

El dueño del motel invitó a Talese a visitar el lugar. El periodista aceptó la invitación. Así que fue y, además, acompañó a Foos a espiar a una pareja tener sexo oral. Tras su visita, siguió en contacto con el dueño mediante cartas. En una de ellas, Foos le confesó que había sido testigo de la muerte de una mujer por estrangulamiento en una de las habitaciones de su motel. Su testimonio hubiera sido clave para que se hiciera justicia. Sin embargo, ni él ni Talese dijeron nunca nada. Hasta hace poco —más de treinta años después—, cuando el periodista publicó todo esto en forma de libro.

En abril de este año, The New Yorker publicó un extracto de ese libro llamado “The voyeur’s motel”. Y la polémica sobrevino. El debate fue, sobre todo, acerca de ética periodística. ¿Se había convertido Talese en un cómplice de asesinato? ¿Debió haber denunciado que Gerald Foos violaba la privacidad de sus clientes? ¿Cuánto vale la confianza que te otorga una fuente? El voyerista hizo firmar al periodista un documento en el cual lo comprometía a no publicar nada hasta la autorización del propio Foos. Ahora, treinta y seis años después, los posibles delitos en que hayanincurrido cualquiera de los dos han prescrito.

No fue todo. A las semanas de haberse publicado el extracto del libro, el veterano periodista volvió a ser nota. Esta vez, parecía desacreditar públicamente su libro —que apenas se encontraba por salir a la venta. Había descubierto que Gerald Foos, su única fuente, no era tan confiable como creía. Un reportero de The Washington Post se puso a investigar los registros de propiedad y descubrió que el señor Foos había vendido su motel poco después de la visita de Talese. Las fechas que se mencionaban en el libro simplemente no coincidían con lo investigado.

—No debería haber creído una palabra de lo que me dijo— comentó Talese en julio pasado, luego de que el reportero le mostrara los documentos que evidenciaban que Foos había mentido sobre la propiedad de su motel.

¿Cómo es que un periodista de la talla de Talese en todos estos años no comprobó la informaciónque sí indagó un periódico en cuestión de meses? El voyerista del motel había engañado al veteranazo periodista. Su libro se venía contra sí.

—Yo no voy a promocionar mi libro. ¿Cómo voy a promocionarlo si su credibilidad acaba de quedar en la basura? —dijo también Talese al periódico.

Pero después se retractó en un comunicado que dio a conocer su editorial Grove Atlantic: “Quiero dejarlo claro, no he desautorizado el libro y tampoco lo va a hacer mi editorial. Si hay detalles que corregir en adelante, lo haremos”.

Talese ha sido alguien que ha puesto a girar una rueda del mundo casi con cada reportaje y libro que ha publicado —en 1996 narró, por ejemplo, el encuentro de Muhammad Alí con Fidel Castro en La Habana; también contó en una crónica cómo era la vida de los fundadores de la mítica revista The Paris Review; para su libro “Honrarás a tu padre”, que es la narración de la vida de los Bonnano, una familia de la mafia neoyorquina, entabló relación cercana con varios mafiosos; y en 1981 publicó “La mujer de tu prójimo”, un libro sobre las costumbres sexuales de Estados Unidos antes de la aparición del SIDA y después de la liberación sexual.

Cincuenta años antes de esta polémica del voyerista, un Joven Gay Talese publicó uno de los textos emblemáticos y canónicos del llamado Nuevo Periodismo: un perfil de Frank Sinatra. El texto, “Sinatra está resfriado”, apareció en la revista Esquire en 1966. Talese no consiguió ni una sola entrevista con el cantante. Y entonces logró la hazaña: en cambio, entrevistó a sus empleados, amigos, familiares, siguió su rastro, fue su sombra y, finalmente, se encerró por seis semanas a escribir cerca de cincuenta cuartillas de un perfil de Sinatra sin Sinatra que todavía hoy, medio siglo después, se sigue comentando y analizando.

En el texto aparecen escenas de Sinatra en un bar, en casinos, en un estudio de grabación, en uno de televisión. Al leer el perfil (el cual se encuentra fácilmente en internet publicado al español en el sitio de la revista Letras Libres) queda la impresión de que el autor estuvo presente en cada una de las escenas descritas, siempre atento a los pasos, a cada movimiento, a cada palabra de Frank Sinatra y de todo lo que pasaba a su alrededor. No lo estuvo. Gay Talese sólo vio dos veces al cantante en el proceso de realización del perfil —y de lejos. ¿El autor mintió? ¿Es ficción, entonces, lo narrado? No exactamente. Las escenas son una reconstrucción hecha a partir del testimonio de terceros. Y Talese no mintió: en ningún momento escribe que él estuvo presente en dichas escenas.

Todavía cuando hoy se siguen discutiendo esos temas —los límites de la no ficción—, Gay Talese vuelve a aparecer y pone en debate temas como la ética periodística en lo que quizás ya sea la polémica del año del periodismo escrito.

Para el periodista español Miguel Ángel Bastenier, el camino correcto era que el libro no se editara —pero en la lógica del mercado editorial esa opción no cuadraba: tras el escándalo, las ventas estaban casi aseguradas.

Para otros periodistas, como el mexicano Luis Guillermo Hernández, el que Talese haya desacreditado públicamente su libro y haya decidido no promocionarlo, habla de la grandeza moral y ética de una de las legendarias figuras del periodismo literario, teniendo en cuenta el éxito de ventas que estaba en puerta.


Una cosa yo aseguro: este error no podrá destruir una trayectoria de más de sesenta años de un ícono del periodismo. Probablemente, el veterano Talese se retire del oficio con este desliz (tiene ya ochenta y cuatro años); pero antes, otra vez, ha puesto a girar una gran rueda del mundo.

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