Jóvenes y política: la desilusión aprendida y el desinterés

Texto publicado en Revista de Coahuila n° 300, septiembre 2016.



Bun Alonso  

El primero de septiembre, después de entregar su cuarto informe de gobierno al congreso, el presidente Enrique Peña Nieto tuvo un encuentro con jóvenes que se transmitió por un par de canales de televisión y por internet.

Eran 300 y venían de distintas partes del país y podían preguntar lo que quisieran acerca del tema que quisieran. Habían sido seleccionados a través de diferentes dependencias federales por ser los más destacados en los ámbitos deportivos, culturales, científicos, estudiantil, etcétera. El vocero de la presidencia, Eduardo Sánchez Hernández, había vendido la idea de que no habría tema tabú. Un debilitado Peña Nieto saldría al ruedo para tratar de domar a unos oponentes que tenían la libertad de pegarle por donde se les antojara.


El primer turno para preguntar, elegido al azar de una tómbola con los nombres de todos los que ahí se encontraban, fue para Juan Luis López Alcocer, un chico de Campeche que antes de hacer su pregunta dijo: «Bueno, antes que nada, quiero darle las gracias, porque pues gracias a usted tenemos prácticamente todo». Mientras que la pregunta no fue más que una extensión de ese halago: «En el transcurso de estos cuatro años que usted ha estado, pues ha hecho muchas mejoras a nuestro país. Me gustaría saber qué buenas noticias más nos tiene en mejoras de nuestro país». Al presidente, al parecer, le habían puesto un público a modo que llenaba la sala de aplausos después de cada respuesta que él daba —éstos sí aplaudían.

Las preguntas de los jóvenes presentes se alternaron con las preguntas que más se repitieron de una dinámica que se había hecho horas antes por Facebook. Y precisamente esas preguntas —incorpóreas, sin un rostro de frente que las pronunciara— fueron las únicas realmente cuestionadoras: la visita de Trump, el plagio de su tesis, los derechos humanos, Nochixtlán, la Ley 3 de 3.


En total, doce chicos y chicas tuvieron la oportunidad de cuestionar al presidente —once, si no contamos a un chico que sólo pidió una beca deportiva. De ellos, nada más uno lo puso en leves aprietos.  Un chico, muy trajeado, se saltó la dinámica y pidió el micrófono sin haber sido seleccionado por la tómbola —¿se les había salido del guion?— para hacer su pregunta: «¿Cómo en este escenario tan adverso de poca credibilidad, poca popularidad y tanta falta de rendición de cuentas, usted va a apoyar a la academia mexicana, a los jóvenes que se encuentran en la academia (…) Cómo va a encaminarse a hacer que sea próspera, que tenga investigación, productividad para el país en este ambiente tan adverso?», dijo después de pedir disculpas por haber tomado el micrófono de esa manera y después de pedir al presidente una respuesta no coreografiada.


Casi enseguida de finalizar el encuentro, comenzaron a aparecer notas en varios medios donde se exhibían a varios de esos jóvenes como militantes o, al menos, simpatizantes priistas: posando en fotos junto a regidores de San Luis, junto a Beltrones, otra foto más de un chico tomándose una selfie con Osorio Chong y etcétera.

¿Son en realidad así los jóvenes? ¿Qué otras opiniones tienen respecto a la política?



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En agosto de este año, la Dimajuve (Dirección Municipal de Atención a la Juventud) de Torreón organizó el Primer Cabildo Juvenil cuyos participantes fueron seleccionados a partir de unos ensayos que presentaron a la convocatoria lanzada. Margarita Del Río Treviño, estudiante de la Universidad Autónoma de Coahuila, en la facultad de Administración Fiscal y Financiera, fue seleccionada como décima regidora por un ensayo sobre desarrollo social.

—¿Cuáles fueron los puntos que expusiste?

—Fueron varios, pero el principal fue que cuando se involucraran las empresas de Torreón con sus trabajadores, que fuera de una forma honesta, más simpatizando con el trabajador, ya que si el trabajador está feliz, tiene un buen salario (que es lo más importante), tiene tiempo para convivir con la familia y de paso para poder rendir el cien por ciento en su trabajo, pues creo que el potencial que tendría esa persona en el trabajo sería buena. Ya que si te va súper mal en el trabajo, tienes un mal jefe, te pagan mal o no te dan buenos incentivos, tú no te motivas a hacerlo todos los días, trabajas de mal genio. En cambio si te tratan bien y si te dan los incentivos necesarios para tú ir todos los días ahí, pues lo haces bien.  

—¿Y qué te pareció este ejercicio que hizo el ayuntamiento?

—Creo que le dieron en el punto porque regularmente los jóvenes pues no estamos como muy de la mano con el gobierno, en general. Tuvimos la oportunidad de entrar y ver lo que realmente se hace en el lugar de las personas que toman las decisiones. Nosotros nos dimos cuenta de que no es tan fácil.
—¿Crees que haya desinterés por parte de los jóvenes?

—Sí. Yo creo que por falta de confianza hacia las instituciones públicas con los tres niveles de gobierno. Pues ahora como que quieren demostrarnos que no siempre van a ser así, pero pues para demostrarnos eso deberían seguir haciendo estas involucraciones ciudadanas para seguir viendo qué decisiones están tomando.

En lo que respecta al encuentro del presidente de México con los jóvenes en el marco de su cuarto informe, Margarita dice:

—Se me hizo algo ético, porque qué presidente había tenido un encuentro con los jóvenes, con la parte de la sociedad más difícil. Es diferente a todas las administraciones anteriores. Ponle tú, que dicen muchas personas que invitó a quien él quería que no sé qué, pero a final de cuentas lo hizo, y nadie lo había hecho.



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El sábado 10 de septiembre, la comarca lagunera respondió al llamado de una marcha nacional convocada por un tal Frente Nacional por la Familia. Un contingente que vendría de la Alameda Zaragoza de Torreón, se encontraría en un punto intermedio con otro salido de debajo de la Torre Eiffel en Gómez Palacio.

Ahí, pasadas las seis de la tarde, alrededor de 400 personas, la mayoría vestidas de blanco, se alistaban para salir a marchar en contra de los matrimonios entre personas homosexuales, en contra de que éstos pudieran adoptar y en defensa de lo que ellos llaman la familia natural o tradicional.
A Benjamín Velázquez Rivera, estudiante de preparatoria y asistente a esta marcha, le interesa la política pero no sabe mucho.

«Pero no sé mucho de ella», dice. «Pero quiero estudiarla». Y más adelante agrega: «Quiero ser, digamos, alguien con  poder, pero no para hacer el mal sino para ayudar a gente».

—¿Y crees que tu propósito se pueda realizar en la política aquí en México?

—Depende, porque también hay algunas personas que están en contra y otras a favor, no todas las personas pueden ser felices con la decisión de alguien en el poder, pero al menos hay que hacerlo con la mayoría.

—¿Y esta manifestación por qué la consideras válida?

—Porque es algo que se está imponiendo ahora mismo, eso del matrimonio homosexual y que adopten no se ve muy bien dentro de la iglesia. La homosexualidad es algo que se ve que es un pecado dentro de la iglesia, pero si es un pecado dentro de la iglesia, es por algo.

Después pregunto qué le parece el papel de Peña Nieto como presidente y responde:

—Está intentando complacer el pueblo, aunque hay algunas veces que sí, lo arruina varias veces, por ejemplo, la elevación de varios precios o que nos haya humillado en frente de Donald Trump; es como si se hubiera arrodillado a lamerle las botas a alguien que desprecia mucho al mexicano. Se supone que es nuestro presidente, debe tener dignidad y a parte no debe degradarnos a ese punto.



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Fredy acaba de terminar la preparatoria en un colegio privado de Torreón y su pensamiento político se ha formado en la izquierda.

—¿Cuál fue tu primer acercamiento con la política?


—Digamos que todo empezó con una especie de biografía, un libro que se llama “Enciclopedia de rebeldes: insumisos y demás revolucionarios”. Es un libro que cuenta historias de varia gente que de una u otra manera cambió su época o intentó cambiarla. Y un día leyendo esas biografías me topo con la de una señora llamada Louise Michel, una anarquista francesa, y pues de ahí empezó la duda. Y luego ya entré a prepa, esto fue en el verano de secundaria-prepa. En prepa entré y una maestra, una amiga mía, que daba Ética y valores, un día nos puso una tabla de valores que descargó de internet, y como que a mí ya me empezó a entrar la idea del anarquismo, pero como que no sabía bien qué onda. Y fui con ella, porque uno de los valores era la anarquía precisamente. Ella fue quien me inició en el asunto, me recomendó libros, me recomendó autores.



—¿Cómo veías a tus compañeros? ¿Alejados de la política, de los problemas?


—Sí, la mayoría la verdad es que sí. Los veía alejados, hubo unos cuatro o cinco que recuerdo yo muy bien que sí estaban muy interesados, que estaban enterados del tema y con los que yo discutía muy a menudo, pero realmente sí éramos los menos.


—¿Los demás estaban desinteresados o tenían una visión de la política distinta a la tuya, más de derecha?


—Fíjate que así visiones de derecha definidas, nada más me acuerdo de uno, así que él dijera abiertamente ser de derecha. A veces en las discusiones, pues como había una ideología ya intacta, como que había veces en las que la gente por instinto reaccionaba con argumentos de derecha, pero ellos no eran de derecha. Y más que desinteresados, yo los sentía desilusionados.


—¿Y por qué crees que estaban desilusionados?


—Yo creo que están cercados por varios lados. Sinceramente la gente ya no es optimista en muchas cosas. Se dice que la vieja política ya no sirve, y en eso tiene razón, y los jóvenes de hoy rechazamos la vieja política. Pero también nos hablan de otras alternativas: el comunismo, el anarquismo, incluso el zapatismo. Y también las hacemos como cosas pasadas porque nos las dicen, nos las enseñan con un aire de decepción. Si nos hablan del comunismo, nos hablan de Rusia y de cómo falló y de cosas así. Cuando nos hablan del anarquismo dicen que jamás llegó y que simplemente es una promesa. Cuando nos hablan del zapatismo nos hablan de que se han aislado en su mundo y de que ya prácticamente no hacen nada. Es decir, rechazamos la vieja política porque sabemos que esa política no nos sirve, que esa política son mentiras, engaños y demás. Pero también es un asunto educacional, a mí parecer, que no se nos enseña otras alternativas con un aire positivo, se nos enseña con un aire, para mí, resignado. Es una desilusión aprendida.


Después le pregunto que cómo piensa que los jóvenes pudieran irrumpir en la política. Y contesta que para él las vías partidistas y electorales son vías que no llevan a ninguna solución, pues son parte del problema porque sus fallas son institucionales, porque sus fallas son de fundamento, no fallas de forma.


—Hay mucho que recuperar de los movimientos de izquierda —dice—, de los precursores, de los que están en apogeo siempre y cuando sepamos actualizarlos, sepamos traerlos al siglo XXI. Entonces para mí hay mucho que podemos hacer todavía en la política desde una visión de izquierda y de una visión, pues, mal llamada utópica, siempre y cuando se avive otra vez esa visión del mundo de que sí se puede y de que hay medios para hacerlo. 


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