Publicado en el periódico kioSco nº95, septiembre 2013.
Tuve la oportunidad de asistir a la
escuelita zapatista, una convocatoria que desde marzo de este año
lanzaron las bases de apoyo del EZLN. Consistió en ir a vivir con las
comunidades rebeldes en Chiapas por una semana: trabajar con ellas,
vivir como ellas, pero sobre todo preguntar, escuchar y mirar.
Fuimos aproximadamente 1,700 personas de
todo México y del mundo entero las que tuvimos la primera oportunidad
de ingresar a conocer un poco de la rutina de los pueblos zapatistas.
Hay muchos puntos que abordar acerca de la experiencia, pero en este
espacio sólo me interesa comentar algunas observaciones sobre cómo se
informan los pobladores de aquellas comunidades autónomas; es decir, qué
medios de comunicación manejan, no para difundir sus acciones, sus
denuncias, su palabra al mundo externo, sino los medios que usan
internamente, entre ellos.
En las montañas del sureste mexicano esto
fue lo que pregunté, vi, y escuché acerca de los medios de comunicación
que utilizan los y las zapatistas.
Bueno, hablar de sus medios, en plural,
resulta algo injusto, pues hasta el momento sólo utilizan uno: las
radios comunitarias.Y cada uno de los 5 caracoles (así denominan ellos a
sus territorios) cuenta con sus propias radios. Por ejemplo, en el
caracol II Oventik existen tres: radio Amanecer de los pueblos, radio
Resistencia y radio Rebelde, según se comenta en un dvd que se nos
entregó a cada asistente. De donde puedo hablar más cercanamente es del
caracol III La Garrucha, por ser el lugar que me tocó visitar.
Una breve explicación antes de continuar:
cada caracol tiene sus municipios y a su vez cada municipio tiene sus
diferentes localidades; estuve viviendo en la localidad San Pedro del
municipio Ricardo Flores Magón, en donde tuve dos guardianes, que fueron
esos pobladores que nos cuidaron y guiaron día y noche y que además
fungían como traductores, pues había mucha población zapatista que
hablaba poco o nada la castilla, como ellos le llaman al español. Bien,
pues fue con ellos contra los que descargué mis preguntas.
Me comentaron que ese caracol cuenta con
dos radios comunitarias, las cuales también se escuchan en comunidades
no zapatistas. Sólo que una, decían, apenas tiene un alcance de 4
kilómetros, pero que se planean fundar más radios, para cubrir a todas
las localidades que conforman el caracol.
Algunas familias tienen su radio que
hacen funcionar con pilas, pues no cuentan con luz eléctrica. Suelen
ponerlo a un volumen alto, para que pueda ser escuchado por el resto de
la familia. Cuando iba a almorzar, comer y cenar con la familia a la que
se me había asignado, siempre desde la cocina era posible escuchar las
transmisiones. Muchas veces música con temática revolucionaria; desde
corridos que hablaban sobre el propio EZLN compuestos e interpretados
por los mismos pobladores hasta Silvio Rodríguez y Víctor Jara. Una
buena mañana después de almorzar y estando fuera de la casa conviviendo
con mis guardianes y con integrantes de la familia, pude escuchar una
narración sobre los sucesos del 2 de octubre de 1968, con nombres de los
culpables, cifras y demás datos básicos.
En otra ocasión, después de llegar de
visitar al ganado y tras caminar cerca de una hora, caímos muchos
rendidos a descansar en el que era nuestro centro de reunión. Allí
también constantemente había pobladores, pues algunos fungían como
vigilantes, escuchando un radio. Esa vez transmitían un cuento del
supMarcos narrado por él mismo acompañado de algunos niños, hablaba
sobre una piedrecita rebelde que quería ser nube y se trataba de una
manera divertida y cómica de hablarles a los zapatistas sobre la
rebeldía y la autonomía, y ellos así lo captaban. Después uno de mis
guardianes me comenta en tono de broma: el sup no sabe contar cuentos,
¿verdad?
También pude escuchar un discurso del subcomandante Moisés que versaba sobre la participación de las mujeres en la organización.
Las radios son para ellos la resistencia
que ponen ante el embate ideológico de los medios de comunicación
oficiales, los medios del mal gobierno, como a ellos les gusta llamarlo.
Ellos, que conocen cada palmo de las montañas entre las que viven
gracias a sus agudos sentidos de mirar y escuchar, con esa misma agudeza
de exploración se sientan a escuchar las transmisiones radiofónicas;
alguien sentado en una banca de madera con el aparato de radio sobre sus
piernas y los demás sentados a los lados o alrededor, mirando el
follaje tupido que se ve a lo lejos mientras escuchan atentamente las
canciones o los cuentos o los hechos históricos o los discursos sobre
equidad de género. Son muy receptivos en ese aspecto.
La desventaja que existe es la barrera
del idioma. La región en que estuve era tzeltal y pocos hablaban el
español; algunos lograban entenderlo pero no podían expresarse en él. Y
las transmisiones radiales en su mayoría, por lo que pude escuchar, eran
en español; aunque también había algunas en que participaban dos
locutores: uno comentaba en castilla mientras que el otro se encargaba
de traducir al tzeltal. Pero como en esas regiones zapatistas impera el
deseo por compartir, no dudo que aquellos que entienden la lengua
española comparten después con los que no la entienden todo lo escuchado
en sus radios.
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