Poema publicado en la revista Acequias nº61, otoño 2013.
Las estancias para habitar ordinariamente
se presienten fogatas que no dejan de incendiarse
Aquí me has visto perdido en el lodo
donde una noche me cercené el corazón
donde los días vienen de otros días aguijoneados por el costado
No creas estas estancias no son tranquilas
y si vinieras me encontrarías royendo las maderas
pero no acudas no hay aliento que compartir
sólo un desangrado olor colosal que sube hasta el techo
Ya casi es mediodía
y los ventarrones crean mareas y se despiden de mí
¿quién lo hace?
¿o soy yo quien alucina sobre la marea asfáltica?
Me purgo el hastío en los concretos que no tienen nada ya que decir
estoy sobre mis ojos ampulosos derramándoles ébano
Vivir bajo gargajos solares no ha sido cosa fácil
sudé cada kilómetro andado
me senté a limarle las uñas al fogonazo de la tarde hartas veces
chorreé cráteres desde el andamiaje de este sitio
y ahora un buche de chapopote me ha enramado a esta estancia
No es tranquila ni ésta ni ninguna otra ya lo dije antes
pero aquí vuelo mi llanto en el maridaje inevitable del sol y la sombra
se me vuelve pronunciable un sabor a ciruela en la boca
que después se pudre agobiado por un olor crepitante de llanta quemada y cal
barren las escobas esta suciedad a ritmo réquiem
grietas como ojos apesadumbrados me miran la ansiedad
Este sitio es mi resquebrajadura
estuve en otros antes
pero aquí le toco fondo a las agruras
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