Publicado en el periódico kioSco nº96, octubre 2013.
De nueva cuenta la televisión sigue
marcando el camino del discurso político en México; pero su influencia
en el marco de la política nacional es sólo uno de sus tentáculos que
inciden en la realidad social del país, pues se vuelve inevitable
asegurar que la televisión es un aparato que en su mayoría de las veces
es utilizado para perpetrar el régimen económico y el ideológico.
En este caso nos enfocaremos solamente a
tratar de averiguar cómo es el matrimonio entre este medio de
comunicación y la política oficial, aunque al analizar esta relación nos
daremos cuenta de que está salpicada del trabajo ideológico ejercido
por la televisión.
1. De los orígenes
El primer canal comercial de televisión
en México fue la señal de XHTV-TV Canal 4, ahora conocido como FOROtv.
Fue inaugurado el 31 de agosto de 1950, y un día después se estrena con
su primera transmisión: la lectura del IV Informe de Gobierno del
entonces presidente Miguel Alemán, uno de los “cachorros de la
Revolución” y caracterizado por llevar a cabo una política antiobrera.
Fue así como la televisión mexicana nació unida al poder político.
2. Del mensaje
Teniendo en el campo de juego a tres
medios de comunicación de acceso básico: la televisión, radio y
periódico; es fácil asegurar, sin necesidad de ir a estadísticas (pues
por el momento no las necesitamos), que la tv es la de mayor acceso por
la población mexicana. Entonces, estamos diciendo, que la pantalla chica
ejerce mayor influencia de decisión, decisiones que van desde
personales dentro del ámbito sentimental hasta el ámbito político. Cuyo
resultado final a la hora de elecciones electorales son una mayoría de
votantes tele-guiados, como los llamó Giovanni Sartori.
Si nos enfocamos solamente en los
votantes y tomamos como ejemplo concreto las elecciones presidenciales
del año pasado (2012) e ilustramos mejor este caso con una encuesta
realizada por la empresa Defoe sobre la influencia de la televisión en
la decisión del voto1, observamos que un 65% de los
encuestados aseguró que la publicidad de los candidatos transmitida por
tv les ayudó a decidir su voto y que de ese 65% un 44% votó por Enrique
Peña Nieto.
Pero quedarse sólo en el voto sería
permanecer nada más en el resultado olvidando su proceso. El mensaje
transmitido a esos votantes fue uno muy específico: el candidato
político mismo. Él o ella es el mensaje. El político no asiste a
televisión para dar su mensaje sino que él mismo lo es, como lo ha
afirmado Sartori y nosotros lo podemos comprobar actualmente. Y es que
mediante este medio las elecciones se personalizan, pues en la pantalla
vemos personas y no propuestas junto consus programas para llevarlas a
cabo. Se vuelve más importante el rostro que el discurso. Y cuando el
personaje en cuestión habla, lo hace muy limitado de tiempo, tal y como
lo vimos en los pasados debates de los candidatos presidenciales. El
objetivo que tiene la televisión al transmitir política es crear grandes
personalidades en vez de mostrar al sujeto con su programa político.
3. De contradicciones
Una aparente contradicción entre esta
relación pero que al mismo tiempo beneficia a la política actual y a las
empresas televisivas, es que la televisión cada vez aísla más a las
personas entre sí, provoca que se pierda el sentido de comunidad
induciendo una visión individualista y de competencia; también se pierde
el sentido de público y de multitud, pues cada individuo es
constantemente hecho preso de sus emociones al grado de impedírsele
pensar por sí solo mientras que es expuesto a una sola visión, un solo
discurso. Pero al mismo tiempo nuestro aparato televisor nos bombardea
con mensajes de democracia y de paz; nos induce, sobre todo en épocas de
jornadas electorales, a participar activamente en la política local y
nacional por medio del voto y nos habla de nuestros deberes de
ciudadanos socialmente comprometidos.
El detalle está en que para lograr todo
lo que la tv dice que tenemos que hacer para convertirnos en ciudadanos
partícipes de esta supuesta democracia, pues tendríamos que portar la
capacidad del trabajo en equipo, saber crear lazos de solidaridad, haber
recibido una educación para la recepción de los medios, es decir, tener
la costumbre y necesidad de consultar varias fuentes de información y
anteponer diferentes puntos de vista con el objetivo de adquirir un
propio razonamiento crítico. Pero, vaya sorpresa, la televisión educa
para, precisamente, todo lo contrario. La misma forma de producir
televisión se convierte en grillete del mensaje que ésta lanza sobre
democracia y participación ciudadana. Es una contradicción, de ésas tan
propias de este sistema capitalista.
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