Baillères en 3 actos
Publicado en el blog Estancias del portal CultoGrama.
30 noviembre, 2015
Bun Alonso
PRIMER ACTO
Escena I
Sesión en el Senado de la República.
Los senadores deciden —sin unanimidad por primera vez en 61
años— que la Medalla Belisario Domínguez de este año sea otorgada a Alberto Baillères,
dueño —entre otras cosas de todo lo que es dueño— de industrias Peñoles.
Escena II
Consultorio del doctor Manuel Velasco en Torreón, Coahuila.
Consultorio del doctor Manuel Velasco en Torreón, Coahuila.
El doctor Velasco fue el primero en destapar la olla sobre
los niños envenados con el plomo emanado de Peñoles en la ciudad de Torreón.
Era el año de 1998 cuando a su consultorio llegó un niño con anemia de la
colonia Luis Echeverría —y a pesar de habérsele suministrado hierro,
el pequeño seguía pálido; fue entonces cuando el doctor le detectó el plomo.
En ese mismo consultorio lo visité hace poco. Me dijo que nadie había muerto
por envenenamiento de plomo; me dijo que el plomo a mayores niveles causa
daño en las células del cerebro, o sea que te hace menos inteligente, que te
baja el IQ, y que también hay daño a nivel de los riñones.
El plomo no ha matado, pero ha impedido vivir como se
debiera a miles de niños —y jóvenes— de Torreón.
SEGUNDO ACTO
Escena I
Cuenta de Twitter del senador panista Javier Lozano.
Tuit 1:
@JLozanoA
@JLozanoA
Alberto Bailleres es un mexicano ejemplar: próspero empresario, impulsor
de la educación y la cultura, filántropo y buen padre de familia.
Tuit 2:
Conocí a Don Alberto Bailleres
siendo yo Secretario del Trabajo. Me consta que es un empresario responsable y
comprometido con México.
Tuit 3:
@JLozanoA
Dicho lo anterior, vayan mucho al carajo los que repudian la entrega de la Medalla #BelisarioDomínguez a Alberto Bailleres. @senadomexicano
Dicho lo anterior, vayan mucho al carajo los que repudian la entrega de la Medalla #BelisarioDomínguez a Alberto Bailleres. @senadomexicano
Escena II
Casa de los hermanos Roberto y María Elena Zapata Olague.
Torreón, Coahuila.
Esperanza, la madre, está sentada en un sillón —un cuadro
grande de Emiliano Zapata sobre un caballo cuelga a sus espaldas— en el segundo piso de la casa a la que llegó
después de que Peñoles le comprara su antigua casa cuando reubicó a un sector
de la colonia Luis Echeverría —ubicada a los alrededores de la metalúrgica— a
principios de los 2000. Roberto y María Elena tienen más de treinta años. Cuando
comenzaron a destaparse los primeros casos de niños envenenados con plomo, no
fueron atendidos porque ya tenían alrededor de diecisiete años de edad «y a
ellos ya no los quisieron», dice Esperanza. Hace cinco años más o menos se les
diagnosticó insuficiencia renal, y aunque al principio les decían que el
padecimiento era genético, los estudios confirmarían que se debía al plomo. Ahora
tienen que hemodialisarse.
—Ellos aparecen hace cuatro años —me había dicho la señora
Eva Mendiola, presidente de una asociación civil que desde hace años lucha
contra Peñoles—, aparece la mamá de ellos pidiendo ayuda a la asociación,
bueno, a mí como presidenta. Empiezo yo a checar la situación: María Elena
estaba inconsciente, Esperanza andaba pidiendo limosna.
Eva también me había dicho todo lo que se había exigido para
que Peñoles se hiciera cargo de las hemodiálisis de los hermanos y que, después
de hacerlo, la empresa llegó a amenazar en dos ocasiones con retirar el apoyo.
«La segunda vez me dijeron: “Ni un peso más para los Zapata Olague”». Hasta
ahora no han retirado el apoyo y los hermanos asisten cada lunes y jueves a
hemodiálisis en el Club de Leones en sesiones que duran de dos horas y media a
tres.
Roberto, afuera, está sentado, las piernas extendidas, en el
patio-taller haciendo un trabajo habitual junto con su padre. Le pregunto a Esperanza
que si puedo hablar con él; me dice que no habla, que dice «sí» o «no» con la
cabeza, con señas, pero no mucho más. Así como los niveles de plomo en sangre
se han relacionado con las dificultades de aprendizaje, también se ha
demostrado la relación que tienen con el autismo. Probablemente Roberto sufra
de un tipo de autismo nunca atendido.
TERCER ACTO
Escena I
Senado de la República.
Senado de la República.
Alberto Baillères recibe la Medalla Belisario
Domínguez por su «contribución a la generación de empleos, filantropía, e
impulso a la educación y la salud». El presidente del Senado le coloca la
medalla al empresario —trajeado, semi encorvado, unos 80 años—. Los asistentes
aplauden fuerte, tronado; Baillères agradece con una leve reverencia. A su
lado, el presidente del país, también aplaude emocionado.
Escena II
Casa de los esposos Lucía Mora y Eloy Martínez. Colonia Luis
Echeverría, Torreón, Coahuila.
La familia llegó a la colonia Luis Echeverría desde su
fundación, por los años 70. Llegaron de paracaidistas, tomando terrenos, como
todos. Cuando los vecinos llegaron, Peñoles ya estaba ahí, pero nadie les
advirtió sobre los peligros de vivir a lado de una metalúrgica. Ahora, muchos
años después, casi todos quieren irse, que la empresa les compre la casa como
lo hicieron con un sector de esa colonia. A Lucía y Eloy el ingeniero Rafael
Rebollar, director de Grupo Metales Químicos de Peñoles, les había prometido
que la empresa les compraría la casa durante una reunión que tuvieron en mayo
de este año. Un perito valuador los visitó días después; todo estaba listo al
parecer para la compra y para que la familia se fuera lejos.
—Yo me voy a las orillas de Torreón —dice la señora Lucía.
Viven con algunos nietos y
están preocupados por su salud; tienen dolores de hueso, dolores de cabeza. Una
de sus hijas, ya adulta, tiene asma alérgica. Y el señor Eloy dice que una vez
tuvo dolor de garganta por 8 meses.
Pero la empresa se arrepintió:
que siempre no, que no había presupuesto para comprar, dijeron. «Que
dejen de lado la avaricia», pide Lucía.
Y mientras tanto: Baillères siendo premiado por su
contribución a la salud y a la educación en el país.
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