Artillería danesa




Publicado en: Arca.tv | Y en CultoGrama
19 de abril, 2016




Bun Alonso

Quizás porque los grandes habían ya crecido demasiado —Slayer, Exodus, Metallica, Kreator y etcétera—, pero cuando en 1990 Artillery sacó su disco By Inheritance, no fue recibido como lo que era: uno de los álbumes más originales del thrash metal; una cumbre del género. Incluso al año siguiente la banda, originaria de Dinamarca, se separa por siete años.

O porque el grunge o el nu-metal ya empezaban a apropiarse de los 90. Pero esto no se trata de pararse en un banquito y acusar con un dedo a todos aquellos que en su momento no escucharon donde tenían que haber escuchado. Hoy By Inheritance cada vez llega a más oídos y Artillery sigue grabando álbumes.

El álbum en cuestión contiene diez canciones. Una de ellas, un cover de Nazareth que algunos consideran un pequeño desliz. Deficiencia o no, no estorba para que las nueve canciones restantes sean una muestra de un thrash metal técnico ejecutado con maestría.

“7:00 From Tashkent” marca el inicio: una introducción instrumental con un sitar —¿a alguna banda más de thrash se le ha ocurrido iniciar uno de sus discos con un instrumento de la India?—, para después seguir con una guitarra con sonidos arabescos.

(Antes, en 1984, Iron Maiden ya había hecho uso de estos sonidos que recordaban lo árabe en su disco Powerslave, y desde la portada ambientada en un antiguo Egipto lo anunciaba).

“Khomaniac” —el segundo track— es un juego de palabras: Jomeini más la palabra maniaco en inglés. Jomeini fue el Líder Supremo de Irán por diez años, fundador de la república islámica de ese país. «Khomaniac, your holy war is a tragedy», grita en el coro un también maniaco Flemming Rönsdorf, su vocalista —Khomaniac, tu guerra santa es una tragedia. Flemming en ese tiempo era un tipo heavy muy heavy: los jeans de mezclilla deslavados y rotos, grandulón, la cabellera rubia enmarcándole un rostro de pómulos salientes.

Artillery By Inherintance

Al terminar de grabar el álbum, Flemming se sentía cansado y sin ganas de dar conciertos. Fue uno de los motivos para separarse en esa época. «El otro fue el fuerte impacto que tuvo Nirvana y el grunge en Europa. Muchas bandas de metal tuvieron que mantener un perfil bajo durante los inicios y mediados de los 90 por eso», le dijo Michael Stützer, guitarrista fundador, a un medio peruano recientemente.

Artillery volvió a reunirse y a sacar un nuevo álbum, llamado B.A.C.K, en el 99. Flemming Rönsdorf estaba de nuevo en las vocales. Pero, otra vez, no estaba de ánimos para salir de gira y volvió a dejar la banda. Pasaron diez años para que grabaran un nuevo álbum con otro cantante.

Para grabar By a Inheritance, además de Flemming, al estudio se metieron los hermanos Michael y Morten Stützer en las guitarras, Peter Thorslund al bajo y Carsten Nielsen en la bataca. Antes de grabarlo, el guitarrista Jørgen Sandau, miembro fundador, dejó la banda. Su lugar lo ocupó Morten, quien antes se hacía cargo del bajo. Así, los hermanos Stützer son las dos cabezas detrás de toda la manada de riffs que apalean el álbum.

Otra de la cabeza a la que quizá le debamos parte del sonido de este material, es a la de un señor tocayo del vocalista: Flemming Rasmussen, el productor. Rasmussen ya había ganado prestigio al haber trabajado con Metallica en sus álbumes “Ride the Lightning”, “Master of Puppets” y “And Justice for All”. Hay algunos que encuentran reminiscencias del Master en este trabajo de los Artillery: ésta es la razón.

***

Tenía apenas yo un año de edad cuando en 1990 apareció este material, y afuera, en el mundo, tal vez se vivía la peor época para grabar un gran álbum de thrash. Como ya sabemos, el grunge hizo de los 90 su época. Además el power metal también tomaría su terreno en esos años.

Vuelvo a escuchar uno de sus tracks, “Bombfood”, sin dejar de sorprenderme. La oleada de riffs y desde atrás, como impulsada por un voltaje invisible, la voz de Flemming, un enloquecido, altera los pulsos en mi cabeza. Una traducción posible al español del título de la canción sería “carne de cañón”. La canción es una crítica a los ejércitos y las naciones: el soldado que va a pelear una guerra para que unos señores trajeados mantengan sus intereses.

“Razamanaz”, el cover de la banda setentera de hard rock Nazareth, es el track que algunos consideran que desorienta el disco y que lo hace quedarse a centímetros de la perfección. Yo ubicaría una leve deficiencia, su pata medio mala, en otra canción. Y sólo en parte. “Don’t Believe” colocada a la mitad del álbum marca un respiro, una tregua de breve calma para tanta intensidad. La voz de Flemming en algunas partes —por el curso natural que lleva la canción— se tiene que volver quieta, tiene que bajarle a todo el berreo enloquecedor con que carga. Y no le sale muy bien: se escucha rasposa, y pareciera que en cualquier momento va a desafinar. Pero luego hay otras partes de la canción en que la voz retoma su esplendor. Flemming necesita meterle amperaje a su voz. Sólo funciona cuando le pisa el acelerador.

Con By Inheritance, Artillery tenía todo para patearles el trasero a los grandes. Algo pasó y no lo hicieron. Pero es el ejemplo de un thrash creado desde su vena más técnica y elaborada.
Queda el beneficio de la retrospectiva. 26 años después, ¿cómo verán los miembros de Artillery que grabaron este álbum su propia creación? ¿Cómo lo vemos y escuchamos nosotros, nacidos en la época en que se grabó, cuando MTV siempre nos dijo que Metallica era la mera-mera y no veíamos más allá de Slayer?

Y también queda esto: escuchar 47 minutos de artillería forjada con el mejor thrash metal del país de la cruz nórdica blanca.


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