Bun Alonso
Son movimientos y ruidos que se enredan. El
cabeceo en cada frenada precipitada, el traqueteo de láminas, la estridencia,
la cumbia, la banda, el reggaetón, la radio, el asiento que da saltitos a ritmo
de baches. Nunca he conducido. No lo sé hacer ni sé si quiero aprender. Me da
un poco de temor. Me imagino atropellando gente o estrellándome contra un poste.
Por eso siempre he viajado en camión. Me gusta. No está en mí la
responsabilidad de un volante. Supongo que una ventaja al abordar uno es poder
ganar un asiento al lado de la venta e ir mirando afuera y refrescarse un poco.
En tiempos de calor —que son los más—, sobre todo a eso de las tres de la
tarde, lo que entra por la ventana es una bola bofa caliente que pega en la
cara. Y entonces es mejor cerrarla.
Muchas veces dentro de un camión Torreón es una cuna imperfecta.
EN LOS ORÍGENES 1
Una buena manera de conocer las entrañas de
una ciudad es viajando en sus rutas urbanas. Ahí se congrega la personalidad y
carácter de la ciudad. En Torreón existen a la fecha 707 camiones en 27 rutas
diferentes, me dijo Marco Antonio Mora, encargado de la dirección de Transporte
del municipio, una mañana en su oficina en un segundo piso de un edificio
deteriorado, a donde se llegaba por unas escaleras de concreto viejas y sucias.
Muchos de los camiones tienen sus centrales o terminales al poniente de la ciudad, colindando con Gómez Palacio, Durango. Ahí donde nació Torreón. Por ejemplo, en la calle Juan Antonio de la Fuente y bulevar Revolución terminan su vuelta los camiones Metalúrgica, Nuevo Mieleras y La Joya-Sol de Oriente. Los choferes descansan algunos minutos antes de seguir. Uno de ellos, conductor de un Metalúrgica, dice que tiene de 20 a 25 minutos de descanso. La ruta que conduce pertenece a la empresa Transportes Pequeña, que cuenta con alrededor de 200 camiones. Desde las seis de la mañana ya está frente al volante y lo deja a las ocho o nueve de la noche. Así, seis días a la semana. Me cuenta que todas las unidades tienen sistema GPS, el cual les cuenta el tiempo que hacen de un punto a otro punto de su recorrido. Si suelen pasarse de dicho tiempo, el castigo son uno o dos días de suspensión. Desde que tenía 15 años ha estado apoltronado al frente de un camión urbano. Su padre tenía dos camiones y en ese entonces él conducía un Jacarandas. Tú sabes, me dice, que antes todo se podía más que ahora. Ya pasaron 25 años y ahora, es cierto, muchas cosas se pueden menos.
“RUTA MUERTE”
Los camiones Ruta Norte cargan con una fama
mortal: Ruta Muerte es su apodo, me contó una amiga hace poco cuando la
acompañaba a tomar el camión de regreso a su casa. Aunque esta ruta la llevaba
a su destino, prefirió tomar una diferente. Le huye a esos camiones. Las
morritas de secundaria te pegan el chicle en el cabello, me había dicho, las
doñitas se caen al bajarse porque el chofer arranca apresuradamente, y demás
maravillas.
Apenas unos días después en El Siglo de Torreón una nota informaba de un hombre al que un Ruta Norte le había arrollado las piernas cuando éste intentaba bajar: «[…] y al llegar al Centro, pidió la parada, y al estar descendiendo, el operador del camión aceleró provocando que Alejandro cayera al pavimento, para después ser arrollado por la unidad, terminando con lesiones en sus piernas, ya que los neumáticos de la pesada unidad se las prensaron, dándose a la fuga el chofer», decía la nota, tupida de gerundios, publicada el 15 de marzo pasado.
EN LOS
ORÍGENES 2
Sobre la calle Juárez esquina con Múzquiz, de
entre tantos negocios, hay dos tabaretes. En uno venden plantas medicinales. El
otro funciona como una estética y dentro una mujer le corta el cabello a un
hombre y charlan como si nada pasara afuera. Es uno de los costados de La
Alianza. Al fondo está el Museo del Algodón, lugar donde en la segunda mitad
del siglo 19 estuvo la hacienda del Torreón, la que dio origen a un rancho, a
una villa y después, hace 108 años, a esto que desde entonces se hace llamar
ciudad. En esta calle los camiones Campo Alianza terminan su recorrido y se
estacionan por algunos minutos antes de comenzar otra vez. El chofer de uno de
ellos accede a platicar en los minutos que le quedan de descanso. Usa una
camisa blanca y pantalones vaqueros color caqui.
En octubre de 2014 el precio del pasaje subió un peso —nueve pesos tenemos que pagar ahora. Los regidores plantearon entonces tres condiciones principales a los transportistas para el aumento: que todas las unidades contaran con GPS, capacitación y Seguro Social a los choferes. Nosotros seguimos pagando esos nueve pesos a pesar de que no se ha cumplido del todo con una de las condiciones. El chofer del Campo Alianza con el que hablo no tiene seguridad social ni sueldo fijo.
—Sí, sí —me había dicho el director
de Transporte cuando pregunté si todos los transportistas tenían a sus trabajadores
afiliados al Seguro—, lo que sí también
es cierto es que hay mucha rotación en los choferes.
El
hombre de pantalón color caqui paga una renta diaria de 900 pesos por conducir
el camión. Conduce de seis y media de la mañana a ocho de la noche. O a veces,
según si completa lo de la renta y unos 400 pesos más, termina antes. Las
tarjetas prepago —las Ecobus— son un problema para él y para los otros choferes
que están a renta.
—Haz
de cuenta que yo le regalo el pasaje —dice.
Cada
vez que alguien sube con una Ecobus, el dinero del pasaje se contabiliza en un
sistema que ahora está a cargo del Fideicomiso del Transporte Público. Y al
chofer que renta el camión, nadie se lo repone. Antes el sistema prepago lo manejaba
la empresa Xerox, hasta el año pasado en que terminó su contrato. Xerox le
había comprado hace dos años los derechos a ACS Solution de México. En 2010 alrededor de 50
concesionarios intentaron ampararse contra este sistema argumentando pérdidas
millonarias. Y apenas unos días antes de que se venciera el contrato, la
empresa empezó a retirar unidades y equipos de prepago a algunos transportistas
que tenían adeudo.
—Porque dejaron de agarrar tarjetas —me explicaba el director de Transporte, Marco Antonio Mora, acerca de ese adeudo—. Tenemos ese problema de repente, que no te agarran tarjetas, pero sube el pasaje y obviamente tenían que reportarle a aquella empresa Xerox la cantidad. No reportaban nada porque no agarraban tarjetas y agarraban en efectivo, entonces se fue haciendo el monto muy grande, y ahorita ya está liquidado.
La
deuda era por 34 millones de pesos.
Viajar en camión es, también, una mezcolanza de olores. El chofer decide que ha llegado la hora de partir y comienzan a subir los pasajeros: dos, tres, cuatro, más personas suben. Señoras, señores cargan con bolsas. El olor de la Alianza se instala: verduras, carne cruda, sudor, aguas negras. Antes de arrancar me dice que además conduce otra ruta, una Valle Oriente, dos días y descansa dos y así sucesivamente—que son los días en que descansa cuando se viene a trabajar a este camión; o sea que no descansa. En la ruta Valle Oriente sí está con un sueldo fijo. Dice también que está en pláticas con su patrón para que lo incorpore al Seguro Social porque a otros de sus compañeros sí los tiene afiliados. Que si no, se sale y busca otro trabajo. Y arranca, con todo y la mezcla de olores. Hasta que sube alguien impregnado con un perfume acaramelado que acaba con todos los otros aromas. Tampoco es agradable.
TRANSPORTISTAS
Por ley, cada febrero los concesionarios del
transporte pueden poner a revisión la tarifa ante el cabildo. Este año quisieron
aumentar el precio del pasaje, pero no fue aceptada su petición.
—Ellos alegan que los insumos —me dijo el director de Transporte— que como llantas, aceites van en incremento y, aparte, bueno, las unidades nada más tienen 10 años de vida, de funcionar legalmente. Ahorita un 2005 no debe andar circulando, nosotros lo sacamos de circulación y tienen que comprar un modelo más reciente. Entonces es el pretexto que ellos esgrimen para pedir un incremento.
Platico
a la mesa de un café con José Ángel Cuellar González —quien tiene concesiones
de algunos camiones como La Cortina, La Joya, Dalias, Triángulo Rojo,
Panteones, Valle Oriente— y con José Guadalupe Escobedo —con concesiones de
Ciudad Nazas, Matamoros y Valle Oriente Cereso. Ellos, y los demás
transportistas, insisten que el aumento al precio del pasaje era necesario. El
señor Cuellar cree, por ejemplo, que dentro de tres años el precio de compra de
un camión será del doble del actual. Dice que antes —hará unos dos o tres años—
compraban un camión en 800 mil pesos, y que ahora lo hacen más o menos por un
millón 700 mil. Que ese es el motivo por el que algunos transportistas compran
camiones de 200 mil pesos que consiguen en Monterrey o Aguascalientes.
—Ya hay rutas que no son costeables, con la tarifa que tenemos ya no son costeables —dice el señor Cuellar—. Y eso que nuestra tarifa podemos considerar que es de las más altas en la república, pero nuestros aforos no son tan altos como en otras ciudades de la república.
POR EL REVOLUCIÓN
Aproximadamente el 70% de las rutas urbanas
circulan por el bulevar Revolución, lugar por el que pasará un hipotético
metrobús —el cual está en planes sin fechas concretas aún— que llegará hasta la
ciudad de Matamoros, Coahuila. Con la futura llegada del soñado metrobús, las
rutas urbanas tendrán que redireccionarse, acortando sus trayectos.
—¿Se retirarían unidades?
—Bueno, se tienen que retirar porque al no poder meter camiones ya al Revolución, esos camiones que ellos traen, pero obviamente a esos transportistas se les está dando la oportunidad de que ingresen al metrobús, que sean como socios del metrobús. Al final de cuentas son los transportistas los que van a entrar al sistema. Nada más que sí van a tener que vender. O venden sus unidades, venden sus concesiones, para hacerse de dinero y entrarle al metrobús, invertirle al metrobús.
Mientras eso sucede, tomar un camión en el bulevar Revolución muchas veces es cuestión de suerte, cosa del azar de los semáforos y del tráfico. Sobre todo en el tramo donde están las facultades de la UAdeC y una clínica del Seguro Social. Abordar, por ejemplo, un Ruta Dorada puede tomar 40 minutos. Si en la calle están alineados, digamos, unos tres camiones subiendo pasaje y el semáforo está en verde, al chofer le valdrá absolutamente poca cosa cuántas personas lo estén esperando y seguirá de largo. Ni modo. Pa la otra.
TRANSPORTISTAS
ANTE EL METROBÚS
La principal razón por la que busqué a José
Ángel Cuellar González y a José Guadalupe Escobedo —los dos transportistas— fue
para hablar sobre qué va a pasar con algunas rutas urbanas cuando se implemente
el metrobús. Son de los más afectados, dicen. Y traen consigo unos documentos
con un broche arriba.
—Esto
es nada más una parte de lo que hemos tratado de hacer para tener información
—dice el señor Cuellar—, la cual tácitamente se nos niega y nada más se hablan
puras cosas al aire.
El
22 de enero envió una solicitud de acceso a la información pública al
Ayuntamiento donde pedía “toda información referente al proyecto metro-bus en
Torreón, fechas destinadas para la puesta en marcha del mismo, como será la
restructuración de rutas […], queremos saber de qué rutas urbanas de transporte
público en la modalidad de autobús serian afectadas”, entre otras cosas.
Recibió una respuesta de la Dirección General de Vialidad y Movilidad Urbana
que decía que, como no se ha firmado el convenio de apoyo financiero, todavía
no definía cronograma ni reestructuración de rutas. Después, el 28 de febrero, volvió
a mandar otra solicitud pidiendo conocer si existía un anteproyecto en el que
se tendría que sustentar el apoyo financiero. “¿Y si no, en base a qué se
determina el apoyo financiero?”, preguntaba el transportista José Ángel
Cuellar. La respuesta fue que sí existía un proyecto para el metrobús y que ya
estaban programando fechas para dar a conocerlo a los transportistas. Días más
tarde, la dirección de Movilidad Urbana citó a algunos concesionarios, pero
tampoco quedaron muy contentos tras la reunión.
El
20 de marzo, en El Siglo de Torreón y en Vanguardia, apareció una carta abierta
firmada por 21 transportistas. Decían que no se oponían al metrobús, pero que
no contaban con los datos técnicos suficientes, que la información que les han
dado las autoridades ha sido vaga e incompleta, y que existe incertidumbre en
las miles de familias que dependen del transporte urbano. El alcalde, Miguel
Riquelme, pidió tranquilidad a los transportistas y dijo que les daría una
audiencia.
—Ya
tenemos todo el mes de abril y no se ha dado la audiencia —dice José Ángel
Cuellar.
Incluso,
los transportistas ya tienen preparada una minuta de preguntas y aclaraciones
para cuando se realice la audiencia. ¿Cómo se integrarán los concesionarios
actuales al metrobús?, se preguntan, ¿qué pasará con los camiones urbanos existentes?
—Y
todo mundo andamos desconcertados. Te dicen que no inviertas en camiones que
porque se va a cambiar. Entonces la modernización del transporte, que se había
empezado a dar, pues ya se acabó, porque como ya no le están invirtiendo pues
están trayendo puros camiones chatarra de otras partes de la república.
QUEJAS
E INFRACCIONES
Para los 707 camiones urbanos, sólo hay 10
inspectores: seis por la mañana y cuatro por la tarde. Dos son abordo. Los
demás van en vehículo. El director de Transporte admite que se requieren de más
inspectores para vigilar la calidad del transporte que se brinda. El año pasado
recibieron 652 quejas, según el Informe de Resultados de la Dirección de
Transporte Púbico. La más frecuente fue por maltrato al pasajero seguida de no
levantar pasaje.
El
concesionario José Ángel Cuellar cree que al transporte se le ha tomado como un
tabú. Que desde el usuario, la prensa y las autoridades, todos se han encargado
de “hacerlos garra”.
—Un inspector a bordo —pidió— que sancione a todos
esos jóvenes o adultos que se suben y nos rayan los vidrios, nos rompen los
asientos, que nos dañan los camiones.
También
dijo que las calles sin pavimentar deberían considerarse como maltrato al
pasajero. Y que han metido solicitudes para que el ayuntamiento arregle las
calles pues además se les dañan las suspensiones y las llantas.
—Ellos no infraccionan, nomás van tomando datos —dice el director de Transporte acerca de los inspectores— y lo que encuentran mal, en caso del chofer o del camión, si anda sucio, que si las láminas están levantadas, cualquier detalle que sea violatorio al reglamento, se lo pasamos a inspección e inspección va a infraccionar.
El
año pasado el Área de Inspección registró 3 mil 677 infracciones a autobús. La
ruta Sur Dalias se llevó el trofeo con 427.
EN LOS
ORÍGENES 3
El poniente, otra vez. Y otra vez la calle Juan
Antonio de la Fuente, donde están estacionados los dos únicos camiones Nuevo
Mieleras que existen, según me dice el chofer de uno de ellos. Su recorrido
dura aproximadamente una hora y una hora descansan.
Más allá, debajo —entre muros grandes y cochambrosos— del puente vehicular que une a Torreón con Gómez Palacio, se encuentra el punto de llegada y partida de los camiones Ruta Sur Jardines. Pude hablar con algunos choferes que prefirieron hacerlo de manera anónima pues aún trabajan sin prestaciones de ley ni Seguro Social.
El nacimiento de Torreón fue moldeado por un medio de transporte. En 1888 un ingeniero texano llamado Federico Wulff trazó el primer plano urbano tomando como origen el cruce de las vías del ferrocarril. Después llegó el tranvía y los autobuses urbanos. Ahora este sitio sigue marcado, además de por un río seco, por la ida y vuelta de camiones y taxis.
El transporte urbano meciéndose desde entonces en la historia de esta ciudad.
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