Viajar en camión: una cuna imperfecta






Texto publicado en Revista de Coahuila n° 295, abril 2016.


Bun Alonso


Son movimientos y ruidos que se enredan. El cabeceo en cada frenada precipitada, el traqueteo de láminas, la estridencia, la cumbia, la banda, el reggaetón, la radio, el asiento que da saltitos a ritmo de baches. Nunca he conducido. No lo sé hacer ni sé si quiero aprender. Me da un poco de temor. Me imagino atropellando gente o estrellándome contra un poste. Por eso siempre he viajado en camión. Me gusta. No está en mí la responsabilidad de un volante. Supongo que una ventaja al abordar uno es poder ganar un asiento al lado de la venta e ir mirando afuera y refrescarse un poco. En tiempos de calor —que son los más—, sobre todo a eso de las tres de la tarde, lo que entra por la ventana es una bola bofa caliente que pega en la cara. Y entonces es mejor cerrarla.

Muchas veces dentro de un camión Torreón es una cuna imperfecta.

EN LOS ORÍGENES 1
Una buena manera de conocer las entrañas de una ciudad es viajando en sus rutas urbanas. Ahí se congrega la personalidad y carácter de la ciudad. En Torreón existen a la fecha 707 camiones en 27 rutas diferentes, me dijo Marco Antonio Mora, encargado de la dirección de Transporte del municipio, una mañana en su oficina en un segundo piso de un edificio deteriorado, a donde se llegaba por unas escaleras de concreto viejas y sucias. 

Muchos de los camiones tienen sus centrales o terminales al poniente de la ciudad, colindando con Gómez Palacio, Durango. Ahí donde nació Torreón. Por ejemplo, en la calle Juan Antonio de la Fuente y bulevar Revolución terminan su vuelta los camiones Metalúrgica, Nuevo Mieleras y La Joya-Sol de Oriente. Los choferes descansan algunos minutos antes de seguir. Uno de ellos, conductor de un Metalúrgica, dice que tiene de 20 a 25 minutos de descanso. La ruta que conduce pertenece a la empresa Transportes Pequeña, que cuenta con alrededor de 200 camiones. Desde las seis de la mañana ya está frente al volante y lo deja a las ocho o nueve de la noche. Así, seis días a la semana. Me cuenta que todas las unidades tienen sistema GPS, el cual les cuenta el tiempo que hacen de un punto a otro punto de su recorrido. Si suelen pasarse de dicho tiempo, el castigo son uno o dos días de suspensión. Desde que tenía 15 años ha estado apoltronado al frente de un camión urbano. Su padre tenía dos camiones y en ese entonces él conducía un Jacarandas. Tú sabes, me dice, que antes todo se podía más que ahora. Ya pasaron 25 años y ahora, es cierto, muchas cosas se pueden menos.

“RUTA MUERTE”
Los camiones Ruta Norte cargan con una fama mortal: Ruta Muerte es su apodo, me contó una amiga hace poco cuando la acompañaba a tomar el camión de regreso a su casa. Aunque esta ruta la llevaba a su destino, prefirió tomar una diferente. Le huye a esos camiones. Las morritas de secundaria te pegan el chicle en el cabello, me había dicho, las doñitas se caen al bajarse porque el chofer arranca apresuradamente, y demás maravillas.

Apenas unos días después en El Siglo de Torreón una nota informaba de un hombre al que un Ruta Norte le había arrollado las piernas cuando éste intentaba bajar: «[…] y al llegar al Centro, pidió la parada, y al estar descendiendo, el operador del camión aceleró provocando que Alejandro cayera al pavimento, para después ser arrollado por la unidad, terminando con lesiones en sus piernas, ya que los neumáticos de la pesada unidad se las prensaron, dándose a la fuga el chofer», decía la nota, tupida de gerundios, publicada el 15 de marzo pasado.  


EN LOS ORÍGENES  2
Sobre la calle Juárez esquina con Múzquiz, de entre tantos negocios, hay dos tabaretes. En uno venden plantas medicinales. El otro funciona como una estética y dentro una mujer le corta el cabello a un hombre y charlan como si nada pasara afuera. Es uno de los costados de La Alianza. Al fondo está el Museo del Algodón, lugar donde en la segunda mitad del siglo 19 estuvo la hacienda del Torreón, la que dio origen a un rancho, a una villa y después, hace 108 años, a esto que desde entonces se hace llamar ciudad. En esta calle los camiones Campo Alianza terminan su recorrido y se estacionan por algunos minutos antes de comenzar otra vez. El chofer de uno de ellos accede a platicar en los minutos que le quedan de descanso. Usa una camisa blanca y pantalones vaqueros color caqui.

En octubre de 2014 el precio del pasaje subió un peso —nueve pesos tenemos que pagar ahora. Los regidores plantearon entonces tres condiciones principales a los transportistas para el aumento: que todas las unidades contaran con GPS, capacitación y Seguro Social a los choferes. Nosotros seguimos pagando esos nueve pesos a pesar de que no se ha cumplido del todo con una de las condiciones. El chofer del Campo Alianza con el que hablo no tiene seguridad social ni sueldo fijo.

—Sí, sí —me había dicho el director de Transporte cuando pregunté si todos los transportistas tenían a sus trabajadores afiliados al Seguro—, lo que sí  también es cierto es que hay mucha rotación en los choferes.

 El hombre de pantalón color caqui paga una renta diaria de 900 pesos por conducir el camión. Conduce de seis y media de la mañana a ocho de la noche. O a veces, según si completa lo de la renta y unos 400 pesos más, termina antes. Las tarjetas prepago —las Ecobus— son un problema para él y para los otros choferes que están a renta.

—Haz de cuenta que yo le regalo el pasaje —dice.

Cada vez que alguien sube con una Ecobus, el dinero del pasaje se contabiliza en un sistema que ahora está a cargo del Fideicomiso del Transporte Público. Y al chofer que renta el camión, nadie se lo repone. Antes el sistema prepago lo manejaba la empresa Xerox, hasta el año pasado en que terminó su contrato. Xerox le había comprado hace dos años los derechos a ACS Solution de México. En 2010 alrededor de 50 concesionarios intentaron ampararse contra este sistema argumentando pérdidas millonarias. Y apenas unos días antes de que se venciera el contrato, la empresa empezó a retirar unidades y equipos de prepago a algunos transportistas que tenían adeudo.

Porque dejaron de agarrar tarjetas —me explicaba el director de Transporte, Marco Antonio Mora, acerca de ese adeudo—. Tenemos ese problema de repente, que no te agarran tarjetas, pero sube el pasaje y obviamente tenían que reportarle a aquella empresa Xerox la cantidad. No reportaban nada porque no agarraban tarjetas y agarraban en efectivo, entonces se fue haciendo el monto muy grande, y ahorita ya está liquidado.

La deuda era por 34 millones de pesos.

Viajar en camión es, también, una mezcolanza de olores. El chofer decide que ha llegado la hora de partir y comienzan a subir los pasajeros: dos, tres, cuatro, más personas suben. Señoras, señores cargan con bolsas. El olor de la Alianza se instala: verduras, carne cruda, sudor, aguas negras. Antes de arrancar me dice que además conduce otra ruta, una Valle Oriente, dos días y descansa dos y así sucesivamente—que son los días en que descansa cuando se viene a trabajar a este camión; o sea que no descansa. En la ruta Valle Oriente sí está con un sueldo fijo. Dice también que está en pláticas con su patrón para que lo incorpore al Seguro Social porque a otros de sus compañeros sí los tiene afiliados. Que si no, se sale y busca otro trabajo. Y arranca, con todo y la mezcla de olores. Hasta que sube alguien impregnado con un perfume acaramelado que acaba con todos los otros aromas. Tampoco es agradable.   

TRANSPORTISTAS
Por ley, cada febrero los concesionarios del transporte pueden poner a revisión la tarifa ante el cabildo. Este año quisieron aumentar el precio del pasaje, pero no fue aceptada su petición.

—Ellos alegan que los insumos —me dijo el director de Transporte— que como llantas, aceites van en incremento y, aparte, bueno, las unidades nada más tienen 10 años de vida, de funcionar legalmente. Ahorita un 2005 no debe andar circulando, nosotros lo sacamos de circulación y tienen que comprar un modelo más reciente. Entonces es el pretexto que ellos esgrimen para pedir un incremento. 
 
Platico a la mesa de un café con José Ángel Cuellar González —quien tiene concesiones de algunos camiones como La Cortina, La Joya, Dalias, Triángulo Rojo, Panteones, Valle Oriente— y con José Guadalupe Escobedo —con concesiones de Ciudad Nazas, Matamoros y Valle Oriente Cereso. Ellos, y los demás transportistas, insisten que el aumento al precio del pasaje era necesario. El señor Cuellar cree, por ejemplo, que dentro de tres años el precio de compra de un camión será del doble del actual. Dice que antes —hará unos dos o tres años— compraban un camión en 800 mil pesos, y que ahora lo hacen más o menos por un millón 700 mil. Que ese es el motivo por el que algunos transportistas compran camiones de 200 mil pesos que consiguen en Monterrey o Aguascalientes.  

—Ya hay rutas que no son costeables, con la tarifa que tenemos ya no son costeables —dice el señor Cuellar—. Y eso que nuestra tarifa podemos considerar que es de las más altas en la república, pero nuestros aforos no son tan altos como en otras ciudades de la república.


POR EL REVOLUCIÓN
Aproximadamente el 70% de las rutas urbanas circulan por el bulevar Revolución, lugar por el que pasará un hipotético metrobús —el cual está en planes sin fechas concretas aún— que llegará hasta la ciudad de Matamoros, Coahuila. Con la futura llegada del soñado metrobús, las rutas urbanas tendrán que redireccionarse, acortando sus trayectos.

—Ahora con el metrobús, ¿ya se tiene planeado cómo se van a redireccionar esas rutas? —le pregunté a Marco Antonio Mora.

—Hay un estudio ya integral, muy completo, que dice, obviamente, todas las rutas que convergen aquí en Revolución deberán de salirse de Revolución porque va a ser únicamente el metrobús, y todas esas rutas, sobre todo las del sur, que son las que convergen en el Revolución, son las sures, la sur Panteones, sur Dalias, sur Jardines, Ruta Dorada, Campo Alianza, todas esas van a tener que salirse de Revolución. No sé, sur Dalias tiene 36 unidades para dar todo el circuito, toda la vuelta en una hora 45 minutos aproximadamente, bueno, pues de ahí ya no van a poder venirse hasta el centro, tendrán que trasbordar en el Revolución y regresarse, por decir, a Dalias. Entonces obviamente van a necesitar menos camiones. Ya está el estudio integral, ya se está platicando con los transportistas, ya saben cómo se va a dar la situación. 

—¿Se retirarían unidades? 

—Bueno, se tienen que retirar porque al no poder meter camiones ya al Revolución, esos camiones que ellos traen, pero obviamente a esos transportistas se les está dando la oportunidad de que ingresen al metrobús, que sean como socios del metrobús. Al final de cuentas son los transportistas los que van a entrar al sistema. Nada más que sí van a tener que vender. O venden sus unidades, venden sus concesiones, para hacerse de dinero y entrarle al metrobús, invertirle al metrobús.  

Mientras eso sucede, tomar un camión en el bulevar Revolución muchas veces es cuestión de suerte, cosa del azar de los semáforos y del tráfico. Sobre todo en el tramo donde están las facultades de la UAdeC y una clínica del Seguro Social. Abordar, por ejemplo, un Ruta Dorada puede tomar 40 minutos. Si en la calle están alineados, digamos, unos tres camiones subiendo pasaje y el semáforo está en verde, al chofer le valdrá absolutamente poca cosa cuántas personas lo estén esperando y seguirá de largo. Ni modo. Pa la otra.


TRANSPORTISTAS ANTE EL METROBÚS
La principal razón por la que busqué a José Ángel Cuellar González y a José Guadalupe Escobedo —los dos transportistas— fue para hablar sobre qué va a pasar con algunas rutas urbanas cuando se implemente el metrobús. Son de los más afectados, dicen. Y traen consigo unos documentos con un broche arriba.

—Esto es nada más una parte de lo que hemos tratado de hacer para tener información —dice el señor Cuellar—, la cual tácitamente se nos niega y nada más se hablan puras cosas al aire.

El 22 de enero envió una solicitud de acceso a la información pública al Ayuntamiento donde pedía “toda información referente al proyecto metro-bus en Torreón, fechas destinadas para la puesta en marcha del mismo, como será la restructuración de rutas […], queremos saber de qué rutas urbanas de transporte público en la modalidad de autobús serian afectadas”, entre otras cosas. Recibió una respuesta de la Dirección General de Vialidad y Movilidad Urbana que decía que, como no se ha firmado el convenio de apoyo financiero, todavía no definía cronograma ni reestructuración de rutas. Después, el 28 de febrero, volvió a mandar otra solicitud pidiendo conocer si existía un anteproyecto en el que se tendría que sustentar el apoyo financiero. “¿Y si no, en base a qué se determina el apoyo financiero?”, preguntaba el transportista José Ángel Cuellar. La respuesta fue que sí existía un proyecto para el metrobús y que ya estaban programando fechas para dar a conocerlo a los transportistas. Días más tarde, la dirección de Movilidad Urbana citó a algunos concesionarios, pero tampoco quedaron muy contentos tras la reunión.

El 20 de marzo, en El Siglo de Torreón y en Vanguardia, apareció una carta abierta firmada por 21 transportistas. Decían que no se oponían al metrobús, pero que no contaban con los datos técnicos suficientes, que la información que les han dado las autoridades ha sido vaga e incompleta, y que existe incertidumbre en las miles de familias que dependen del transporte urbano. El alcalde, Miguel Riquelme, pidió tranquilidad a los transportistas y dijo que les daría una audiencia.

—Ya tenemos todo el mes de abril y no se ha dado la audiencia —dice José Ángel Cuellar.

Incluso, los transportistas ya tienen preparada una minuta de preguntas y aclaraciones para cuando se realice la audiencia. ¿Cómo se integrarán los concesionarios actuales al metrobús?, se preguntan, ¿qué pasará con los camiones urbanos existentes?

—Y todo mundo andamos desconcertados. Te dicen que no inviertas en camiones que porque se va a cambiar. Entonces la modernización del transporte, que se había empezado a dar, pues ya se acabó, porque como ya no le están invirtiendo pues están trayendo puros camiones chatarra de otras partes de la república.



QUEJAS E INFRACCIONES
Para los 707 camiones urbanos, sólo hay 10 inspectores: seis por la mañana y cuatro por la tarde. Dos son abordo. Los demás van en vehículo. El director de Transporte admite que se requieren de más inspectores para vigilar la calidad del transporte que se brinda. El año pasado recibieron 652 quejas, según el Informe de Resultados de la Dirección de Transporte Púbico. La más frecuente fue por maltrato al pasajero seguida de no levantar pasaje.

El concesionario José Ángel Cuellar cree que al transporte se le ha tomado como un tabú. Que desde el usuario, la prensa y las autoridades, todos se han encargado de “hacerlos garra”.

—Un inspector a bordo —pidió— que sancione a todos esos jóvenes o adultos que se suben y nos rayan los vidrios, nos rompen los asientos, que nos dañan los camiones.

También dijo que las calles sin pavimentar deberían considerarse como maltrato al pasajero. Y que han metido solicitudes para que el ayuntamiento arregle las calles pues además se les dañan las suspensiones y las llantas.

—Ellos no infraccionan, nomás van tomando datos —dice el director de Transporte acerca de los inspectores— y lo que encuentran mal, en caso del chofer o del camión, si anda sucio, que si las láminas están levantadas, cualquier detalle que sea violatorio al reglamento, se lo pasamos a inspección e inspección va a infraccionar.
 
El año pasado el Área de Inspección registró 3 mil 677 infracciones a autobús. La ruta Sur Dalias se llevó el trofeo con 427.



EN LOS ORÍGENES  3
El poniente, otra vez. Y otra vez la calle Juan Antonio de la Fuente, donde están estacionados los dos únicos camiones Nuevo Mieleras que existen, según me dice el chofer de uno de ellos. Su recorrido dura aproximadamente una hora y una hora descansan.

Más allá, debajo —entre muros grandes y cochambrosos— del puente vehicular que une a Torreón con Gómez Palacio, se encuentra el punto de llegada y partida de los camiones Ruta Sur Jardines. Pude hablar con algunos choferes que prefirieron hacerlo de manera anónima pues aún trabajan sin prestaciones de ley ni Seguro Social.  

El nacimiento de Torreón fue moldeado por un medio de transporte. En 1888 un ingeniero texano llamado Federico Wulff trazó el primer plano urbano tomando como origen el cruce de las vías del ferrocarril. Después llegó el tranvía y los autobuses urbanos. Ahora este sitio sigue marcado, además de por un río seco, por la ida y vuelta de camiones y taxis. 

El transporte urbano meciéndose desde entonces en la historia de esta ciudad.


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