Poema publicado en el número 5 del fanzine literario Palabracadabra
En la cuerda floja el día es absurdo
entre dos edificios se balancea nuestra rutina
y Leslia amaneció con el corazón roto
pobrecita, quién le manda a tejerle postales al desvelo
El desatino le chupó la sangre otra vez
y otra vez ella vuelve a estar por la mañana
esperando un camión y esperando a que la vida se le enmiende
Si supiera que alguien en una esquina machaca su cuerpo
que bocanadas de fuego forjaron su ciudad
y que un aironazo nos bosteza en la cara
tendría más cuidado con su manera de abrazar
y no separaría sus labios de la razón
al menos no tanto o los mantendría a una distancia prudente
como a veces el descorazonado es prudente
y en su suicidio ni un reguero de sangre deja
Buscaba claridad
mas donde quiera risas ensuciaban el camino
donde quiera miradas interrumpiendo su latir
y la vida le pasaba delante como un crujir de motores
Con una mano cita ráfagas de un percutido viento
con la otra amasa el ruidajal de la ciudad
es allí, en donde vive, que se le apolillan sus andares
en que su necesidad de abismo la pone en mansedumbre
Las hogueras enclaustradas de su saliva
parecían heridas
su olor a sexo amenta el aire
y el retumbe frío de sus pasos granel
no alcanza a provocar hendiduras al suelo
Pero pobre tonta
la madrugaron otra vez
y ahora una diadema de girasoles borrachos le arde en el pelo
En este tiempo donde corre perdido el sol
lento como tranvía
ella recuerda que es invierno
una época aborrecida
para llevar un amor otoñal al respaldo último de las estaciones
El cielo como una absurda película romántica
le dice espérate a la primavera
en una esquina comiendo uvas
y a ella no le queda más que engendrar en su vientre la espera
antes de que a algún transeúnte se le ocurra pintarle murales
al desgranado deambular de sus pasos
Cómo cargas, Leslia, con tanto ajetreo en tu sombra
Entonces guardas en tu adjetivo la palabra que nos falta
entre dos edificios se balancea nuestra rutina
y Leslia amaneció con el corazón roto
pobrecita, quién le manda a tejerle postales al desvelo
El desatino le chupó la sangre otra vez
y otra vez ella vuelve a estar por la mañana
esperando un camión y esperando a que la vida se le enmiende
Si supiera que alguien en una esquina machaca su cuerpo
que bocanadas de fuego forjaron su ciudad
y que un aironazo nos bosteza en la cara
tendría más cuidado con su manera de abrazar
y no separaría sus labios de la razón
al menos no tanto o los mantendría a una distancia prudente
como a veces el descorazonado es prudente
y en su suicidio ni un reguero de sangre deja
Buscaba claridad
mas donde quiera risas ensuciaban el camino
donde quiera miradas interrumpiendo su latir
y la vida le pasaba delante como un crujir de motores
Con una mano cita ráfagas de un percutido viento
con la otra amasa el ruidajal de la ciudad
es allí, en donde vive, que se le apolillan sus andares
en que su necesidad de abismo la pone en mansedumbre
Las hogueras enclaustradas de su saliva
parecían heridas
su olor a sexo amenta el aire
y el retumbe frío de sus pasos granel
no alcanza a provocar hendiduras al suelo
Pero pobre tonta
la madrugaron otra vez
y ahora una diadema de girasoles borrachos le arde en el pelo
En este tiempo donde corre perdido el sol
lento como tranvía
ella recuerda que es invierno
una época aborrecida
para llevar un amor otoñal al respaldo último de las estaciones
El cielo como una absurda película romántica
le dice espérate a la primavera
en una esquina comiendo uvas
y a ella no le queda más que engendrar en su vientre la espera
antes de que a algún transeúnte se le ocurra pintarle murales
al desgranado deambular de sus pasos
Cómo cargas, Leslia, con tanto ajetreo en tu sombra
Entonces guardas en tu adjetivo la palabra que nos falta
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