El Yoshi's Island



Lunes, 6 de enero 2025.

Le regalaron a Tristán un emulador de Super Nintendo, pero he sido yo el primero en probarlo. Apenas en la entrada anterior de este blog comenté que la memoria solía romantizarlo todo, por lo general. Es cierto, recordaba muchos de estos videojuegos un poco diferentes: el Mario Kart, el Super Punch Out, Megaman, Street Fighter. De niño me parecían grandiosos; hoy me doy cuenta que eran una mierda.

No todo tiempo pasado fue mejor.

Eso sí, el Contra sigo recordándolo tal cual: un juego frustrante y difícil como la chingada.

Pero de pronto apareció un juego que llamó más mi atención y me mantuvo jugándolo por más tiempo: el Yoshi’s Island.

Creo que en su momento fue un fenómeno, ya que Nintendo quitó el protagonismo a Mario para dárselo a Yoshi

¿Pero por qué este juego hoy, como hace 30 años, me atrapó casi inmediatamente por sobre los otros? ¿Por qué sus gráficos y su jugabilidad son mejores?

Investigando brevemente di con la clave: el chip Super FX. Un chip desarrollado por la empresa Argonaut Games que se incluía en algunos cartuchos y que mejoraba la calidad de los gráficos. Al parecer no muchos juegos tenían este procesador; el de Yoshi fue uno de los pocos y eso explica buena parte de su éxito.

Los colores son otro elemento que engancha de primera. Parecen lienzos pintados por niños, tienen algo de artístico. Incluso me topé con un texto que ahonda en este tema, donde el autor encuentra hasta influencias del fauvismo y del expresionismo. Quizás exagera, pero aquí dejo el texto por si interesa: 
https://www.startvideojuegos.com/smw2-yoshis-island-la-supremacia-del-color/

Me imagino que en la década de los noventa no existía el debate sobre si los videojuegos eran otra forma de hacer arte. Y de hecho desconozco hoy si este debate continúa, aunque me parece que cada vez más se les acepta como tal, por los gráficos que han desarrollado, por sus diseños, por la narrativa. Hay una idea por ahí flotando de que los videojuegos son el producto artístico más honesto debido a que no pretenden alcanzar las altas esferas o estar en un museo y a que se asumen, en efecto, como un producto.

Lo que sí he descubierto es la capacidad que han tenido estos juegos para despertar sensaciones pasadas y desbloquear recuerdos; jugando Yoshi’s Island iba recordando elementos, personajes, dinámicas y sensaciones que no sabía que podía recordar.

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